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La vulnerabilidad económica: exclusión social

 ¡Mundo en crisis, excluidos económicos!

Nada seguramente volverá a ser igual, tampoco las dinámicas de participación en Sociedades en las cuales existen grupos de personas que superaron el “punto muerto” -como se diría en términos económicos- de satisfacción de las necesidades básicas y de la cobertura de un determinado nivel de vida, lo que les permite una relajación en cuando a las preocupaciones en torno al empleo y a los ingresos, que en las sociedades duales que ahora han resurgido en las cuales sobreviven éstas y además personas que tienen que definir en el día a día estrategias de supervivencia y plantearse primero cómo resolver sus necesidades básicas y las de su familia. Sociedades duales donde la jerarquía de preocupaciones de la gente es muy distinta y donde la brecha entre ricos y pobres es cada vez más amplia, esa que separa a los incluidos de los excluidos, y muy difícil de reducir. En un contexto de crisis económica sigue una trayectoria de creciente exclusión y polarización social, o dicho de otra manera puede llevarnos a mantener de manera perversa y discriminatoria a amplias capas de su población, a quienes se les impide potenciar y aprovechar sus habilidades y capacidades para el enriquecimiento de la vida, la ampliación de las libertades, la solidaridad, el sentido de pertenencia, la cooperación, la construcción participativa a través de instituciones y prácticas democráticas, el desarrollo, el bienestar económico y social.

La falta de oportunidades refleja importantes problemas de exclusión social, entre otros, en una alta concentración del ingreso y la riqueza, elevados niveles de pobreza e indigencia, persistencia del desempleo, precariedad en el acceso a servicios sociales, a la protección social y a los activos productivos.

Un nuevo escenario en el cual la vulnerabilidad económica pasa a primer plano en esa estrecha línea divisoria que separa a los excluidos sociales. Donde prácticamente cualquier persona puede pasar por un proceso de paro a largo plazo, de imposibilidad de devolución de deudas, etc. que hacen que un abrir y cerrar de ojos la realidad cambie pasando a la completa indigencia, eso sí económica –al menos en el inicio-. Punto de difícil retorno, con un camino que lleva a la exclusión, en la que nunca volverás a ser el que eras, marcado en un RAE no sólo económico sino social.

Suena a paradoja, pero en este siglo XXI, el papel de Instituciones como Cruz Roja Española, en la atención a los vulnerables (cuando debieran haber desaparecido porque los fines para los que fueron creadas debieran haber sido superados por la evolución de la sociedad) es más necesario. No solo en la atención de las necesidades básicas, sino también en ese papel diferenciador de las mal llamadas “non profit”  (sin fines de lucro o, dicho de otro modo, no comercial) persiguiendo mediante su acción un ser humano cambiado, contribuyendo a una organización social más pujante capaz de defender sus derechos, siendo fuentes de innovación y dinamización social, prestando servicios que no quedan cubiertos por el sector público ni por el privado -enfrentándose con fallos del mercado y tratando de corregir sus deficiencias-, y tendiendo un puente de comunicación entre el tejido social –la sociedad- y las estructuras sociales –gobernantes, políticos, etc-.