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Toque de campanas en Granátula

Os dejo el video que Juan Manuel subió con el toque de campanas de nuestra iglesia de Santa Ana. Un homenaje al que fue sacristán durante tanto tiempo, Matías.

1. Ave María. 2. Ángelus o “Toque de Puchero”. 3. Vísperas. 4. Oraciones. 5. Ánimas. 6. Tránsito. 7. Doble. 8. Señal de Muerte Adulto. 9. Señal Muerte Niño. 10. Entierro Niño. 11. Honras. 12. Entierro Adulto. 13. Bautizo. 14. Boda. 15. Misa Diaria (Tercia). 16. Misa de Domingo (tercer toque). 17. Repique. 18. Repique II. 19. Fuego o Arrebato. 20. Repique III.

Granátula de Calatrava en el siglo XVIII

Os dejo este artículo que en su momento me envió mi amigo Juan Manuel Donoso Gómez.
Y es que Granátula no era un paraíso idílico en el s. XVIII. Además de la extrema pobreza en la que vivía la mayoría de la población, este siglo fue muy duro: se documentan malas cosechas, fenómenos meteorológicos adversos como inundaciones, sequías, pedrisco, granizo y fuertes heladas; también plagas de langosta,  epidemias de malaria, gripes, etc. que provocan algunas caídas demográficas momentáneas dentro de un crecimiento significativo de la población.
En 1712 Granátula había conseguido la independencia plena frente a Almagro, ciudad de la que había dependido en algunos aspectos hasta ese momento. A pesar de formar parte de uno de los países más importantes de la época, con un vasto imperio en declive, la situación era deprimente para la población. La población local era predominantemente agrícola (con cereal, olivo y vid) y ganadera (la oveja estaba muy extendida), analfabeta y profundamente religiosa. Donde valores como la honra, es decir, el respeto y estima que tenían las personas sobre uno mismo era muy importante. La religiosidad era muy fuerte: La Inquisición velaba por el mantenimiento de la Fe. De ahí su enorme poder en el pueblo con una de las casas más importantes, ubicada en la calle el Santo y hoy Casa Rural. Una sociedad imbuida en las fiestas religiosas a lo largo de todo el año. Con ellas se “pedía a Dios, la Virgen y todos los Santos por la protección de las cosechas, la llegada de las lluvias, la buena salud, etc.” Significaba además uno de los medios de entretenimiento de una población deprimida por los problemas y adversidades diarias, con una fatigosa vida agrícola, sometida a la dura climatología que amenazaba las cosechas y por tanto al sustento alimentario anual.
En lo que se refiere a la agricultura el regadío era importante , predominando el secano y la baja productividad. Las técnicas de rotación de cultivo y descanso de la tierra eran poco innovadoras, con algún abono natural, con el arado romano como utensilio básico (perduraría hasta el s. XX), jornadas laborales de sol a sol, etc. Los rendimientos del cereal eran bajos, al tratarse de una agricultura de subsistencia: en las tierras de secano se estima que por cada grano sembrado se recogerían 4, aunque la diferencia estribaba en la climatología de la campaña, las zonas y tipo de suelo, con más rendimiento en la zona de la Vega del Jabalón frente a las zonas de cerros o sierra. Peculiares son los sistemas de medidas utilizados en la agricultura, totalmente diferentes a los actuales (toneladas, hectáreas, etc.), aunque todavía se utilizan.
La fanega era la medida de peso para cereal, áridos, etc.  equivalente a unos 55,5 litros aunque esta equivalencia era variable según el cereal que se midiese. Por ej. la fanega de trigo equivalía a 44 kilogramos, dependiendo del grosor del grano; y la fanega de cebada correspondía a unos 40 o 42 kilogramos, porque su peso específico es menor, su grano es de tamaño mayor y presenta más paja. A pesar de que la hectárea (ha.) se haya impuesto en España como medida de superficie y represente 10000 m², la fanega era la medida de superficie en aquella época y ha llegado hasta nuestros días para medir parcelas o superficies. La conversión sería fácil: la fanega son unos 6459,6 m². Por tanto, aproximadamente una fanega y media es una hectárea. A su vez la fanega estaba dividida en 2 almudes (medida ya olvidada del vocablo popular); o en 12 celemines (todavía se puede ver en escrituras antiguas de fincas);  o 2 cuartos; o en 4 cuartillas.
Con una agricultura de subsistencia, sometida a una dura climatología, siempre hubo problemas de abastecimiento de productos de primera necesidad. Todo esto provocaba consecuencias directas sobre la población: hambre, desnutrición, agravamiento de enfermedades, etc. En época de malas cosechas los productos se encarecían y complicaba su adquisición por parte de la mayoría de la población. Esto se trasladaba a la estatura media, mucho más baja que la actual: algunos estudios a nivel nacional sitúan la estatura media del siglo XVIII entorno a los 1,6 metros, cuando actualmente la estatura media está en 168 (promedio entre la estura media de hombres y mujeres). Alimentación que también afectaría al grosor y calidad de huesos o a una esperanza de vida que giraba entorno a los 25 años.
El mantenimiento de las tasas de natalidad y el ligero descenso de la mortalidad general y mortalidad infantil iban dibujando un acentuado crecimiento de la población. A lo largo del s. XVIII, Granátula experimenta un crecimiento significativo de la población, entorno al 30 %, superando los 2000 habitantes, aunque con avances y retrocesos en el padrón municipal debido épocas de hambre y a epidemias sobre todo que afectan a la población de entre 0 a 7 años. Como se dijo el aumento de la población es uno de los factores que originará el motín de 1766.
La sanidad pública estaba representada normalmente por un médico que no tenía ni mucho menos los conocimientos de los médicos actuales. El hospital estaba ubicado en la Calle las Indias, hoy de Ramón y Cajal. El barbero era una alternativa en aquella época en toda España. Famosos son los servicios dentales con instrumentos y herramientas que tenían usos para animales o para bricolage de la época; o las sangrías consistente en extraerle sangre al paciente a través orificios hechos en las muñecas, brazos, etc sumergiendo estos miembros en agua caliente con el objetivo de renovarla, fortalecer al paciente y curarle de enfermedades. En la época predominaban los remedios de hierbas y parafarmacia. Enfermedades como las apendicitis podían causar la muerte si eran muy graves. Las fracturas abiertas significaban en la mayoría de los casos la amputación del miembro para evitar las infecciones. Las fracturas mal curadas ocasionaban cojeras en las extremidades inferiores, o dolores crónicos de por vida si se producían en el resto del cuerpo. Enfermedades como osteoporosis o artrosis estarían muy presentes en toda la población en edades tempranas por la mala nutrición y tareas cotidianas (labores agrícolas, etc.). Los resfriados y gripes eran en la época hasta mortales por las bajas defensas de un sistema inmunitario mal alimentado, con carencia de vitaminas y proteínas esenciales.
La dieta era baja en calorías, por la carestía de alimentos de la época, predominando los hidratos de carbono (el consumo de pan y legumbres era habitual), seguido de proteínas y grasas, presentes en huevos de todo tipo de aves, leche, queso, etc., en los productos de la matanza del cerdo o en la carne de oveja, cordero, vaca, toro, o incluso de caballo, buey, aves de corral o aves silvestres (paloma, pato, tordo, gorrión), así como en la carne de caza (con la perdiz, la liebre, el conejo y algún jabalí). Productos como el pescado eran consumidos habitualmente, especialmente durante la cuaresma. El problema era que llegaba de la costa en malas condiciones. Una solución era exprimirle limón encima para contrarrestar el fuerte olor que desprendía tras días de transporte. Se consumía también pescado local, procedente del río Jabalón. Todo ello con una amplia variedad de frutas, verduras y hortalizas procedentes de los huertos locales. Para conservar los alimentos no había cámaras frigoríficas. Lo más parecido eran las cuevas de las casas para conservar los alimentos o pozos de nieve, como el documentado en Granátula en la carretera de la Ermita, a unos 300 m. del pueblo. Estos eran normalmente propiedad de los Ayuntamientos y eran administrados en régimen de arrendamiento. En Granátula se tiene constancia del mismo desde principios del siglo XVIII. Servía para almacenar hielo y nieve recogido en el invierno. Este hielo y nieve servía para aminorar la fiebre de muchas enfermedades como la malaria en época de epidemias. Fueron típicos por toda la Mancha, por ej. Almagro tenía dos. A veces los ayuntamientos toman cartas en el asunto ante epidemias, a modo de iniciativa de protección de la salud pública, y dictan órdenes del precio al que se debe vender la nieve y el hielo para tal fin, evitando la especulación.
El comercio estaba muy monopolizado por el Estado y las tiendas de ultramarinos eran el principal recurso para abastecerse. La Plaza Vieja, actual Plaza de España, era el centro en este sentido encontrando el mercado de abastos, carnicería, etc. Las monedas habituales de la época fueron los reales, maravedís, cuartos (como aparece en el texto del pasquín), etc. Durante el siglo XVIII sus valores sufren variaciones. El maravedí era la moneda con el valor más bajo. Por encima estaba el ochavo (2 maravedís), el cuarto ( 4 maravedís) y el real de vellón (34 maravedís). Múltiplos del real de vellón era el ducado (11 reales), el peso (15 reales) y el doblón (60 reales). Además de las monedas de vellón circulaban otras de diferentes metales con valores muy superiores y con otras denominaciones aunque la población al ser pobre no tenía grandes sumas para la compra-venta habitual, de ahí la profunda crisis y hambre de la época.
En cuanto a la sociedad, la mayoría de la población la formaban los pequeños propietarios y sobre todo jornaleros, dependientes prácticamente de su fuerza de trabajo para mantener a su familia. La situación de estos años les afecta considerablemente porque durante este siglo XVIII andan en el límite de convertirse en pobres de solemnidad, es decir, en personas que subsisten de la caridad. Eran los más proclives a los desórdenes sociales y a protagonizar motines de subsistencia. Estos jornaleros eran una especie de “proletariado rural” formado por asalariados, peones o temporeros, dependientes de los grandes casas y fincas. Su salario variaba según recolecciones e iba desde obtener un puñado de monedas, ropas y calzado a tan solo la manutención y un camastro donde dormir. Remuneración que contrastaba con otros oficios como los de la construcción, donde un maestro podía cobrar de 10 a 20 reales sin contar comida y techo donde dormir;  o el salario de los oficiales amasadores o los peones que llegaban a cobrar entre 5 o 10 reales. Los mejor pagados eran los cargos públicos, ya de por sí una clase social privilegiada, que recibía altos ingresos.
Esta carencia de dinero para comprar alimentos básicos llevaba a la población a buscar otros medios para alimentarse. Por ej. la matanza donde los embutidos, etc. se obtenían al sacrificar el cerdo después de haberlo alimentado todo el año con harinas y productos de deshecho. Otro medio era poseer un huerto propio donde se obtenían frutas, hortalizas y verduras de todo tipo.
Cuando había necesidad de otros productos básicos o servicios era necesario trasladarse a otras localidades para encontrarlos. Aparece aquí el concepto de distancia que se aproximaba a la de un hombre que caminaba a pie, que a veces posee su asno o caballo (medio de transporte y de trabajo muy exclusivo en la época); o se enrola en algún coche, tartana, galera, carro, etc. Algo que ha perdurado hasta bien entrado el s. XX. Las carreteras eran caminos de tierra apisonada por el tránsito diario de todo tipo de vehículos, animales y personas. Las jornadas hacia Almagro duraban un día si se iba y venía a pie; varias horas o incluso otro día si se iba en burro. Almagro era el centro administrativo, judicial, etc. de la comarca y el reclamo de la mayoría de los productos y servicios que no se encontraban en Granátula. Algo que se ha ido sustituyendo por Ciudad Real en las últimas décadas del siglo XX. No obstante se iba a por lo imprescindible o por causa mayor. El puerto del “Reventón” era un enemigo más contra el largo camino polvoriento, seco y caluroso en verano; embarrado y frío en invierno; y a veces inseguro por la existencia de bandoleros y ladrones.
Dentro de Granátula existen familias como los López Carretero, los Nieto, Fontecha, López Cañizares, etc. que destacaban económicamente y luchan como veremos por los cargos públicos a lo largo de esta etapa final del Antiguo Régimen. Incluso podríamos clasificarlos por diferentes grupos según su trayectoria familiar: hidalgos de descendencia guerrera; hidalgos de ejecutoria (latifundistas de fortuna); hidalgos empobrecidos; labradores acomodados; labradores “de medio pesar”; pequeños burgueses que tenían el molino, un viñedo, etc. Recordemos que en esta época final del Antiguo Régimen surge una primera burguesía, en este caso rural, que especula y comercializa con ciertos productos agrícolas. Como se dijo anteriormente; en el siglo XVIII surge el grupo de los poderosos, fruto de la unión entre los hidalgos y villanos ricos. Se beneficiaron de las crisis agrarias durante el s. XVIII. Sus miembros   controlaban el municipio y sus amplias esferas de influencia. Tal es así que se perpetúan en el poder consiguiendo los cargos públicos en Granátula. Para ello estaban aliados estratégicamente con otros familiares o personajes ajenos a la misma. Por ej. Los Fontecha y los Carretero, a pesar de sus rivalidades, también se apoyaron mutuamente en ocasiones. Con ello controlaron el municipio entre 1758 a 1766, consiguiendo una hegemonía imparable y rentables usufructos, con sucesiones en las Alcaldías y lucros con los pastos. Se alternaban disimuladamente sin burlar la legalidad. Durante este periodo disfrutaron de propios, manejo de los caudales y granos del pósito, reparto de impuestos, ostentación de la primera instancia judicial, etc.
Junto a estas familias acaparan un enorme poder social cargos públicos como el del cura, el médico, el maestro, etc. Podemos decir que salvo las zonas de nueva urbanización como el Parque, Piscina y campo de fútbol; cercados y chalet del final de la calle Aldea y calle las Pilas, el final de la calle duque de la Victoria, etc. el casco urbano era prácticamente igual al actual.
El municipio carecía de alumbrado público y red de suministro de agua en las viviendas, siendo los pozos públicos o los de dentro de las casas los lugares de captación del agua. Tampoco había calles pavimentadas como las actuales, siendo la mayoría de tierra apisonada por el tránsito peatones y todo tipo de bestias y vehículos. En la época de lluvia se convertían en barrizales. Tampoco había red de desagües ni de alcantarillado público. Sólo existían los corrales para realizar las necesidades, verter los desperdicios, etc. donde animales y aves domésticos los aprovechaban. Esta carencia de alcantarillado facilitaba que el agua se acumulara formando lagunas en diversas partes del pueblo siendo focos de infecciones y epidemias como veremos más adelante.
La higiene personal era básica y no había conocimiento por parte de la población de infecciones por microorganismos. La ropa de vestir, ropa interior o calzado eran muy diferentes a los actuales, tanto en material, en comodidad o en cuanto al mantenimiento de la “higiene” de la misma. A esto hay que añadir que la gente tenía un contacto directo y continuo con sus bestias de carga y animales de compañía, animales de cría, etc. ubicados en corrales con todo tipo de vertidos. Esta relación era tan cercana que a veces, por necesidad propia de la época, se compartían habitaciones con los animales para recibir su calor en el invierno, el forraje para dormir mejor por las noches o porque no existía más espacio, confundiéndose la vivienda con las cuadras. Al estar en continuo contacto con ellos y sus excrementos aumentaban las posibilidades de infecciones. Estas casas estaban hechas en su mayoría con pareces de tierra, techos de material vegetal y sus suelos no estaban impermeabilizados como los actuales (con ladrillos, baldosa o gres) facilitando la humedad en las épocas de lluvia y a la larga infecciones, gripes, etc.
Aunque es en el siglo XVIII cuando se empiezan a construir los cementerios modernos como medida sanitaria (alejados de la población para evitar agentes patógenos y olores), en Granátula y pueblos de alrededor, los difuntos se seguían enterrando cerca de ermitas, iglesias, etc. dentro la localidad, lo que provocaba olores nauseabundos en épocas de calor y sobre todo en épocas de epidemias, cuando la mortalidad se disparaba, facilitando la propagación de la misma. La Mancha era una zona muy dada a estas catástrofes durante el siglo XVIII: se documentan epidemias de “fiebres tercianas” (es decir, malaria o paludismo)  con muchas muertes. Tal es la necesidad de realizar sepulturas que a veces se realizaban sin ningún tipo de orden ni metodología, provocando la exhumación de cadáveres de pocas semanas o meses. Cuando la densidad de fallecidos era alta se extraían los huesos de las sepulturas más antiguas y se llevaban a habitaciones aisladas. Iglesias, monasterios, etc. contaban con osarios donde los huesos eran depositados sin ningún tipo de criterio. Por ej. la Iglesia de Santa Ana tenía una habitación para tal servicio en el cuarto trastero.
La Granátula que esperaba a Espartero a finales de este siglo (nacería el 27 de febrero de 1793), tenía varios focos de infecciones importantes. Tanto es así que había continúas epidemias de paludismo (o malaria), por tener zonas de inundación en el mismo casco urbano fruto de la propia orografía y de la carencia de alcantarillado. Zonas como el Navajo, calle las Pilas, los barrancones (al final de la calle Aldea y calle Herrería) eran las zonas hacia donde tendía a acumularse el agua en la época de lluvias, por ser las zonas “más bajas” del municipio. El problema proviene de las lluvias procedentes de la sierra que tenemos al norte de la localidad, con cerros entorno a unos 700 a 900 metros, que vierten parte de sus aguas hacia Granátula, que también tiene forma cóncava (recuérdese que estamos en un maar y durante toda la historia ha facilitado la aparición de lagunas en su depresión). Actualmente este problema está resuelto por la red de alcantarillado y por las acequias que retiran ese agua de los arroyos hacia el oeste (Barranco de las Minas) y hacia el este (parajes de Canal y Montero, cerca de la carretera del Moral). Pero en aquella época no existían estas soluciones con lo que todas las aguas iban hacia el pueblo formando lagunas. El estancamiento del agua y la llegada del buen tiempo con altas temperaturas (durante la primavera y el verano) era el caldo de cultivo para que afloraran enfermedades como el paludismo. Por ej. el parásito del paludismo encontraba en este ambiente su medio natural. La base de su transmisión son los mosquitos hembra. Al alimentarse de sangre humana introducen un parásito de la especie Plasmodium. La malaria o paludismo podía ser mortal a causa de los estados febriles, náuseas, diarreas, etc. agravado también por la desnutrición, hambre, resfriados, complicación de otras enfermedades como neumonía, etc.
En Granátula como en La Mancha se documentan durante el siglo XVIII todo tipo de enfermedades como el mencionado paludismo, gripes, etc. además de enfermedades por carencia de vitaminas como el escorbuto; o problemas derivados del hambre y la desnutrición, por ej.  problemas dentales, producidos por la mala alimentación y el escaso cuidado dental, con la ausencia de muchas piezas dentales desde edades tempranas y sobre todo según avanzaba la edad.
Las más graves eran las epidemias de paludismo, que se repetían cada ciertos años de manera más o menos intensa, con casos aislados durante la primavera-verano de cada año.
No solo en Granátula ocurría esto. En toda España y en La Mancha aparecen este tipo de enfermedades que reducían considerablemente la población: Miguelturra sufrió graves epidemias a lo largo del s. XVIII por tener lagunas e inundaciones, Moral, etc. Incluso la población de la “pedanía” de Granátula, cercana a la finca de la Caridad, Añavete, tuvo que emigrar hacia Granátula y Moral a finales de la Edad Media y durante la Edad Moderna para librarse de esta enfermedad producida por las lagunas de Añavete. Caso que también se extendería a la población de Zuqueca.
En 1785 por ej. se produjo una de las epidemias de paludismo más importantes en La Mancha aunque Granátula no estuvo muy afectada. Contaba Granátula con algo más de 2000 habitantes. En la relación de enfermos redactada por el párroco, alcalde, médico, etc. había 172 personas enfermas, de las que murieron 6. En muchos pueblos cercanos la situación de los enfermos fue tal que la epidemia coincidió con la cosecha de cereal por lo que faltaron “brazos” para realizar las tareas agrícolas, lo que originaría la falta de grano, con la consecuente subida de precios y salarios. Las familias ricas y pobres pasaban hambre y muchos labradores debían vender sus reservas de grano para comprar medicinas.
En el siglo XVIII cobra especialmente interés la creación de pósitos, almacenes de venta y préstamo de grano. Aunque también había otros como la Casa de las Tercias, o almacenes privados. Los pósitos debían ofrecer sus stock a precios prefijado por el gobierno local y nacional. Como se dijo anteriormente eran la salvación ante épocas de malas cosechas porque la población podía obtener grano y harinas para fabricar pan (base de la comida de la época). A los agricultores les permitía asegurar la simiente ante épocas de mala cosecha, a través de préstamo con sus correspondientes intereses. En Granátula por ej. el pósito estaba ubicado en la plaza de la Constitución, en la actual Casa de Cultura. El palacio de las Tercias estaba en la calle el Santo, dando una de sus fachadas al callejón del Santo.
A veces, cuando la carestía era grande y la extracción del grano estaba prohibida, en La Mancha se da mucho el asalto a carruajes con grano. Grupos de personas apostadas en los caminos sustraían el grano por la fuerza a los transportistas. Cuando ya no había nada que “echarse a la boca” los documentos hablan de que la población“…se comía hasta las yerbas por lo que pueblos enteros de la zona enfermaban”.
Otro factor de preocupación, actualmente olvidado, fueron las plagas de langosta. Se dan hasta el siglo XX. Hubo varias a lo largo del s. XVIII. La más debastadora para las cosechas fue la de 1782-3. En Granátula, Calzada, Aldea, Almodóvar, etc. arrasan los cultivos de cereal, olivos y vides. Para combatir el insecto se utilizan diferentes métodos: piaras de cerdos, se hacen corrales de fuego quemando aulagas, zanjas para que cayera el insecto, se cazaban con sacos, buitrones, etc.. Pero no se puede hacer nada. En Granátula los agricultores se afanan en levantar las siembras pero de poco vale dar una reja tras otra si no se espera el tiempo suficiente para eliminar el insecto y permitir la recuperación del suelo.
La climatología es quizá el factor fundamental para la economía agrícola de este siglo. Durante el invierno de muchos años hay heladas, fríos rigurosos y nieves. En primavera se documentan algunas granizadas y pedriscos que echan a perder las cosechas, vides, olivos, frutales, etc. Pero lo que más abundan son las sequías. Algunos especialistas afirman que en algunos tramos del siglo XVIII hubo una climatología ligeramente más cálida producida por la entrada de masas de aire cálido sahariano en la Península. Estas corrientes facilitaron no sólo la sequía, sino las mencionadas epidemias por la corrupción de las aguas estancadas.
Fueron muchos los años en los que las lluvias de abril y mayo, importantísimas  para sacar adelante la cosecha, son nulas o escasas. Concretamente el periodo de 1762 a 1765 es el de peores cosechas, producidos por la sequía, y un factor mas que desencadenaría los motines de 1766 en toda España y el famoso pasquín de Granátula.
Por Juan Manuel Donoso Gómez

Cultura Granatuleña

Un canto a Granátula y a la cultura que atesora

Gracias, por fomentar la cultura y hacer valer el patrimonio artístico, y preservar el medio ambiente.

Gracias por rescatar del olvido edificios, libros y documentos.

Gracias por inculcar a los niños el amor al arte y a la naturaleza.

Gracias por promover la lectura del Quijote y hacer posible que el ingenioso hidalgo y su escudero cabalguen de nuevo por la imaginación de los lectores.

Gracias por mantener vivas las tradiciones al tiempo que se abren las puertas del futuro a través de las páginas de Internet.

Gracias, en definitiva, por hacer cultura y difundirla y por mantener viva la memoria y arrancar de los brazos polvorientos del olvido los restos de la grandeza que en la antigüedad tuvo este pueblo.

Un pueblo situado en “un maar de culturas”. Vivís, como sabéis, en un cráter explosivo volcánico de 2 kilómetros de diámetro, afortunadamente dormido desde hace muchos siglos, que en su día produjo violentas explosiones por la interacción del magma en ebullición con la existencia de acuíferos.

Y este volcán terrible, como otros en la zona, resultó ser, pasado el tiempo, providencial y benéfico porque de él surgió una tierra fértil, junto al río Jabalón y en torno a grandes lagunas: las lagunas de Valdeleón.

Ese contexto geográfico, hizo que desde siempre Granátula, que significa granero, por la abundancia de los cereales, fuera asentamiento elegido por múltiples culturas que se disputaron este lugar.

Desde el Neolítico, hombres y mujeres vivieron, amaron, trabajaron la tierra y apacentaron sus ganados en los verdes pastos de esta tierra.

Generaciones y generaciones, con culturas distintas y lenguas diferentes y de procedencias lejanas y creencias variopintas hicieron de este lugar su casa, su hogar.

Aquí también nacieron sus hijos y enterraron sus muertos. Y celebraron sus fiestas.

Unas fiestas que están en el alba de los tiempos.

Dice el filósofo José Antonio Marina, que cuando los humanos quisieron sacralizar el espacio construyeron templos y cuando quisieron sacralizar el tiempo, instituyeron fiestas.

Por eso, sobre las festividades paganas, se instituyeron las festividades religiosas y sobre las religiosas, las laicas.

Y en Granátula, esas fiestas paganas y luego religiosas han ido sucediéndose desde siempre, porque Granátula es una encrucijada de culturas que han ido superponiéndose a lo largo del tiempo.

En el Cerro de la Encantada, o de los Castillejos, a 3 kilómetros al norte de Granátula, hay yacimientos de la Edad del Bronce que datan de 2.000 años antes de Cristo. Allí, hubo una gran acrópolis, una ciudad que tuvo también su necrópolis, en la que  se enterraba a los muertos junto a sus ajuares funerarios, lo que evidencia la creencia de vida después de la muerte y ritos funerarios de contenido religioso.

Pero será sobre todo en época romana cuando estas tierras alcancen una extraordinaria importancia. Y es que, ya sabéis, en el Cerro de los Obispos y sus alrededores se levantó, imponente y altiva, la capital de la Oretaria, llamada Oretum. Oreto fue una pujante y activa ciudad, situada en un estratégico cruce de caminos, donde se juntaban dos de las más importantes calzadas romanas:

  • La primera en dirección norte-sur, pasaba por Toledo, Consuegra, Ciudad Real, Oretum, Calzada y llegaba hasta Andalucía.
  • La segunda, en dirección este-oeste enlazaba Almadén, que los romanos llamaron Sísapo, con Albacete a través de Oretum.

Y ambas calzadas, para atravesar el Jabalón, utilizaron un gran puente edificado por Publio Venusto a finales del siglo I y compuesto de 3 ojos en el cauce central y otros siete en los cauces secundarios.

Gracias a su privilegiada situación, a la fertilidad de su vega y a sus abundantes pastos, Oretum tuvo una gran importancia económica, militar y comercial.

Tuvo importantes edificios públicos. Como un circo, lo que evidencia la existencia de una población muy numerosa. Una gran necrópolis y un templo dedicado a Proserpina, la diosa de la Agricultura, hija de Júpiter y Ceres y esposa de Plutón, el dios de los Infiernos.

Después de la dominación romana, Granátula siguió teniendo importancia. En la época visigoda, Oreto fue sede episcopal. En el llamado “Cerro de los Obispos” muy cerca de la ermita de Zuqueca, se han localizado los yacimientos correspondientes a aquella época, entre ellos, lo que parecen ser restos de una basílica.

Y después del esplendor llegó la destrucción. Muchos autores creen que Oreto fue arrasada por la invasión musulmana en el 711. Y sobre la devastación volvió a surgir otra población musulmana llamada Urit, que fue ocupada entre los siglos VIII y X. Una población que debió también tener su importancia, puesto que contó con una fortaleza y baños. Eran baños públicos que tenían una finalidad no sólo higiénica y terapéutica sino también social y religiosa.

Tras al victoria de las Navas de Tolosa, las tropas cristianas ocuparon este lugar y habitaron una población llamada Zuqueca que significa “lugar de ruinas”. De este periodo, finales del S. XIII nos queda la preciosa talla gótica de la Virgen de Zuqueca.

La ciudad de Zuqueca, tuvo una corta duración y quedó despoblada en el S. XV. Sus habitantes pasaron a Granátula que quedó incluida en las vastas posesiones de la Orden de Calatrava. Tras la incorporación a la Corona quedó unida a Almagro como una aldea, hasta que el 3 de marzo de 1712, obtiene el privilegio de Villa tras el pago de 4.000 ducados, 1.250 fanegas de cebada y 30 caballos que el pueblo de Granátula hizo a Felipe V.

Amigos y amigas esto esta resultando ser una lección de historia. Pero permitidme la licencia, porque creo que es muy importante que conozcamos nuestras raíces.

“El futuro depende del pasado y el presente no se hará a partir de la nada”, escribe Pierre Villar.

En gran medida, somos lo que otros fueron y otros serán lo que nosotros seamos.

Por eso es importante que en fiestas y a lo largo del año pongamos en valor nuestra historia, nuestras tradiciones.

Pisamos una tierra mágica, fértil y volcánica, donde Proserpina volcó sus dones.

Una tierra que ha dado grandes hombres y mujeres. Como el General Baldomero Espartero. El hijo de un humilde carretero que pudo haber sido Rey de España. El, que acumuló honores y títulos como el de duque de la Victoria, fue reclamado por el pueblo para ceñir la corona, frente a otros candidatos.

ESPARTERO, Baldomero (1793-1879). Spanish military man and liberal politician. Painting. SPAIN. CASTILE-LA MANCHA. Toledo. Army Museum.

Decía una copla popular:

 “Dichosa sería España

 bajo demócrata mando,

 altiva no tolerando

 la corona en sien extraña;

de los Borbones la saña

olvidar nunca sabemos

Montpensier no lo queremos,

Espartero es popular,

Rey lo queremos alzar

o sin Rey nos quedaremos”.

Pero Baldomero Espartero renunció y la prensa de la época dejo escrito:

“Don Baldomero Espartero ha renunciado al honor de ceñirse la corona de cien reyes. Por algo se ha dicho que este general era una persona decente, un español honrado y un político consecuente”.

Defendiendo la cultura de Granátula, y a sus habitantes e hijos, sean nacidos allí o no.

Juan Jesús Donoso Azañón

Grupo Oria. Un recuerdo al pasado que se hace presente

Es curioso como la historia se repite, y como los humanos a veces parecemos zahorís adelantándonos a cosas que pasarán. En esta ocasión os dejo un recuerdo del Grupo Oria, el grupo de teatro amateur de Granátula, representando un ladrón que intenta huir, y es atrapado por la Guardia Civil.

Quién iba a decir que en nuestros días los ladrones viven en Granátula y roban entrando por los balcones. Un hecho lamentable, que solo se corregirá cuando los enjaulen en la cárcel o el pueblo los expulse.

Os dejo las fotos.

La Piedra donde Aró Cristo

En el Cerro San Blas podemos ver otro de los valores arqueológicos de Granátula. Hay una piedra con unos surcos y rizaduras que cuando fueron vistas por nuestros antepasados, unas líneas paralelas en una rocas durísima, acudió a la devoción y la llamó la piedra donde aró Cristo, seguramente no encontrando otra explicación al fenómeno de unos surcos en la roca.
Hoy sabemos que es una rizadura, o como los ingleses llaman «ripple marks». Es  un fósil de lo que fueron olas en la arena de la playa, esas ondulaciones que quedan con el vaivén de la marea. ¿Y esto como es posible? Pues porque hace como unos 500 millones de años, en la Era Primaria, y hasta la Terciaría, esta zona fue varias veces litoral, antes de las erupciones volcánicas de los volcanes que rodean Granátula descargasen sus cenizas e hicieran de manto protector, lo que permitíó endurecerse y hacerse piedra. Y es que no podemos olvidar que Granátula está dentro de un volcán, en un maar.
Estamos ante la tierra madre de antes de la actividad volcánica, ahora fosilizada, de lo que fuera una playa, pues el mar en aquellos lejanos días bañaba con sus olas lo que hoy son sierras en el borde de La Mancha. Y es que ha habido varios episodios que han dejado el término municipal bajo las aguas del mar, cubriéndolo totalmente. Y en otras ocasiones en su borde, en lo que fue playa.
Como dice mi amigo Juan Manuel Donoso Gómez, @jumadogo, son aún apreciables en varias zonas del término evidencias de que tuvo playa y ambiente marino desde hace cientos de millones de años. La piedra donde aró Cristo (rizadura de oleaje de la playa), las piedras calizas (precipitación masiva de CO₂ en mares tropicales y poco profundos que dan lugar al Carbonato Cálcico, junto con restos de conchas y esqueletos de moluscos marinos)  diversos fósiles del entorno (trilobites, ammonites, tronco de pino fosilizado u otros moluscos) o las cruzianas (huellas o rastros fosilizados de animales) son muestra de ello.
En la Era Primaria, y en el Ordívico Inferior, entorno a los 465-470 millones de años se produjo en esta zona una gran actividad de estos animales en los fondos marinos que quedó fosilizada con el paso de millones de años en la cuarcita Armoricana. El origen de la cuarcita está en las antiguas arenas litorales depositadas en un mar que inundaba la zona de Granátula. Estas arenas fueron sometidas a fuertes tensiones hace unos 320 millones de años (orogenia Hercínica, a finales del Carbonífero sobre todo). Estos sedimentos por la presión y elevada temperaturas se transformaron en rocas metamórficas: las arenas en cuarcitas (afloran en las partes altas de las serratas de Granátula, donde se encuentran cruzianas) y las arcillas en pizarras (por ej. en la zona del embalse del río Fresnedas, en Calzada de Calatrava, donde se encuentran fósiles de algunos moluscos y artrópodos). Estas enormes tensiones que duran millones de años van dando lugar a la transformación de esos rastros fósiles en cruzianas o icnofósiles. Por tanto, son vestigios de la actividad biológica conservados en las cuarcitas, no restos de organimos. En Granátula apenas se conservan algunos fósiles, y algunos de ellos pueden provenir del comercio o transporte intencionados (pequeños moluscos). Por ej. en el yacimiento de Oreto y Zuqueca, en diversas tumbas de la necrópolis visitoda (s. V-VIII d. C.) han aparecido algunos o alguna cruziana de bloques que cubren algunas tumbas.
Y es que nuestro entorno ofrece tantas cosas por ver, que esta no deja de ser una más. Ya sabéis los lugareños donde está el Cerro San Blas. Para los que no sólo tenéis que ir, entrando desde Almagro por la calle Duque de la Victoria, girar a la derecha en la primera calle y continuar por la calle y camino que llevan al Bombo, el depósito del agua. Continuar hacia el cerro y pasando la ermita de San Blas, seguir subiendo en línea recta hacia el depósito del agua. Y arriba está una llanura llena de piedras rectangulares, mas o menos grandes bloques de piedra, y entre ellos La Piedra donde Aró Cristo, esa playa fosilizada.

Os dejo el enlace al blog de Juan Manuel Donoso Gómez, donde puedes conocer más sobre los fósiles de Granátula de Calatrava (Blog): Cuando Granátula tuvo playa

El encaje de bolillos en Granátula

El Encaje de Bolillos, artesanía, arte tejido en hilo elaborado en nuestra tierra. El encaje de bolillos que brota de las manos de nuestras queridas Granatuleñas, y en todo el Campo de Calatrava, mujeres que en la almohadilla cruzan los hilos, clavan las agujillas y hacen renacer en nuestros oídos ese resonar de los palillos que prestan su apellido a esta preciada artesanía.

Cuándo y dónde nació el encaje de bolillos ha sido y, prácticamente, sigue siendo un pequeño misterio. Las múltiples teorías discuten su aparición desde los siglos XVI o XVII hasta fechas muy anteriores. Y, de igual modo, tradicionalmente, se ha asignado a Asiria la creación de las pasamanerías y de todos los trabajos artísticos de nudos precursores de los encajes a la aguja y, a Egipto, la invención de los encajes de bolillos. Aunque, otras tesis otorgan el mérito a Grecia, desde donde se difundió por el Mediterráneo, fundamentalmente a Italia, Persia y Arabia.

Orígenes tan difusos han permitido que España, Italia y Flandes mantengan, desde antiguo, una larga disputa por atribuirse la invención de esta labor. No obstante, se sabe que, desde el siglo XV, largas caravanas de mercaderes iban de Auvernia a España; de ésta, a Italia y, de allí, a Flandes (y a la inversa) comprando y vendiendo encajes por donde pasaban. Diversos estudios atribuyen la aparición del Encaje en la Mancha a la implantación en Almagro de los Fugger, Fúcares en la lengua Castellana, aquellos banqueros holandeses que llegaron a España y que se acomodaron en Almagro haciendo negocio no sólo con la banca sino también con las minas de azogue.

En la actualidad, diversos documentos demuestran la existencia de un encaje español en épocas remotas, con anterioridad a otros países europeos. Tan antiguos como los tejidos del ajuar funerario de la Cueva de los Murciélagos, en Albuños (Granada), donde se encontraron más de cincuenta esqueletos vestidos con atuendos de esparto realizados con tejidos especiales. O las pinturas rupestres del Paleolítico que presentan figuras humanas con adornos flotantes, a modo de flecos. que debieron hacerse con tejidos de fibras vegetales, cabellos y correas y desarrollaban nuevas técnicas (trenzado, punto de malla y costura).

Desde ese momento, el encaje recibió diversas denominaciones. Los más antiguos, hechos con fibras y destinados a la decoración, hacen referencia al género pasamanería, cuya técnica agrupaba torsiones, cruces, trenzas, tramados y guipures, a los que se unieron, más tarde, puntos anudados y bucleados. Más tarde, en la Edad Media y el Renacimiento se utilizaron los vocablos randa y cairel. Precisamente, del siglo XI, un trozo de tela de la casulla de Santo Domingo de Silos evidencia el desarrollo de los encajes de oro y, concretamente, posee uno de guipur, de hilos metálicos, en forma de franja.

La palabra encaje, como tal, no hizo su aparición hasta la primera mitad del siglo XVI, y quería significar «una labor tramada, encajada entre dos telas». Fueron momentos en los que el uso del encaje se extendió por todas las clases sociales (siglos XV, XVI y XVII), hasta el punto que los reyes promulgaron un decreto para limitarlos. Así, en la primera mitad del siglo XVII, Felipe III prohibió el uso de blondas y encajes, lo que hizo decaer la producción y el comercio, sobre todo, en La Mancha. Y Carlos II, en 1667, dispuso incrementar la introducción de géneros extranjeros.

En el siglo XVIII, el encaje de bolillos se vio amenazado por las máquinas capaces de reproducir sus modelos, mas no fue hasta los primeros años del XIX cuando un tejedor de Lyon, José María Jacquard, inventó una máquina de tejer encajes. Los primeros sólo eran fondos que se adornaban posteriormente a mano; pero, luego, consiguió obtener encajes donde se incluía la decoración.