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La vulnerabilidad económica: exclusión social

 ¡Mundo en crisis, excluidos económicos!

Nada seguramente volverá a ser igual, tampoco las dinámicas de participación en Sociedades en las cuales existen grupos de personas que superaron el “punto muerto” -como se diría en términos económicos- de satisfacción de las necesidades básicas y de la cobertura de un determinado nivel de vida, lo que les permite una relajación en cuando a las preocupaciones en torno al empleo y a los ingresos, que en las sociedades duales que ahora han resurgido en las cuales sobreviven éstas y además personas que tienen que definir en el día a día estrategias de supervivencia y plantearse primero cómo resolver sus necesidades básicas y las de su familia. Sociedades duales donde la jerarquía de preocupaciones de la gente es muy distinta y donde la brecha entre ricos y pobres es cada vez más amplia, esa que separa a los incluidos de los excluidos, y muy difícil de reducir. En un contexto de crisis económica sigue una trayectoria de creciente exclusión y polarización social, o dicho de otra manera puede llevarnos a mantener de manera perversa y discriminatoria a amplias capas de su población, a quienes se les impide potenciar y aprovechar sus habilidades y capacidades para el enriquecimiento de la vida, la ampliación de las libertades, la solidaridad, el sentido de pertenencia, la cooperación, la construcción participativa a través de instituciones y prácticas democráticas, el desarrollo, el bienestar económico y social.

La falta de oportunidades refleja importantes problemas de exclusión social, entre otros, en una alta concentración del ingreso y la riqueza, elevados niveles de pobreza e indigencia, persistencia del desempleo, precariedad en el acceso a servicios sociales, a la protección social y a los activos productivos.

Un nuevo escenario en el cual la vulnerabilidad económica pasa a primer plano en esa estrecha línea divisoria que separa a los excluidos sociales. Donde prácticamente cualquier persona puede pasar por un proceso de paro a largo plazo, de imposibilidad de devolución de deudas, etc. que hacen que un abrir y cerrar de ojos la realidad cambie pasando a la completa indigencia, eso sí económica –al menos en el inicio-. Punto de difícil retorno, con un camino que lleva a la exclusión, en la que nunca volverás a ser el que eras, marcado en un RAE no sólo económico sino social.

Suena a paradoja, pero en este siglo XXI, el papel de Instituciones como Cruz Roja Española, en la atención a los vulnerables (cuando debieran haber desaparecido porque los fines para los que fueron creadas debieran haber sido superados por la evolución de la sociedad) es más necesario. No solo en la atención de las necesidades básicas, sino también en ese papel diferenciador de las mal llamadas “non profit”  (sin fines de lucro o, dicho de otro modo, no comercial) persiguiendo mediante su acción un ser humano cambiado, contribuyendo a una organización social más pujante capaz de defender sus derechos, siendo fuentes de innovación y dinamización social, prestando servicios que no quedan cubiertos por el sector público ni por el privado -enfrentándose con fallos del mercado y tratando de corregir sus deficiencias-, y tendiendo un puente de comunicación entre el tejido social –la sociedad- y las estructuras sociales –gobernantes, políticos, etc-.

Una oportunidad repleta de esfuerzo.

 

 <<Gandi decía hay alimentos suficientes para todo el mundo, pero no para la avaricia de unos pocos>>.  Y la avaricia es la base del sistema capitalista implantado en el mundo moderno.

 

Toda crisis siempre supone un estado de shock del que, en un primer momento, parece prácticamente imposible salir; fase a la que seguirá la rebelión contra la realidad pudiendo tomar en su salida dos caminos distintos: la resignación final o la metamorfosis. Toda metamorfosis supone un tremendo esfuerzo, desarrollo, cambio; esfuerzo que no puede ser sustituido ni aminorado ya que sino el resultado no es el esperado.

La naturaleza, de la que deberíamos haber aprendido mucho más, nos enseña la metáfora perfecta para quien emprende un camino de búsqueda y transformación, cómo es la existencia del gusano / crisálida / mariposa. Un mismo ser que transita en su vida por tres estados. Toda la información genética de la mariposa, con sus alas, sus colores, su posibilidad de vuelo y belleza, está latente en el gusano pequeño y terrenal, húmedo y oscuro que se arrastra medio ciego e ignorante, quizás, de su destino final. Llegará el momento de retirarse de esa vida, de formar un capullo que lo aísle y le posibilite morir a lo que era para surgir transformado. Es un proceso que se intuye arduo, oscuro, solitario, doloroso, difícil. Un estado plagado de incertidumbres, en los que se va tornando cierto sólo el esperar, sólo el buscar en uno mismo, sólo el reconocer aquello que ya no nos sirve y que se debe abandonar.
Si el proceso de la crisálida llega a buen término, otro ser, que aparenta ser de otra especie distinta y mucho más evolucionada al gusano original, surge radiante a la nueva vida.

Es un camino sin atajos difícil de comprender en la sociedad actual, en la que se tiende a eliminar el esfuerzo: aprenda en dos días, adelgace con ejercicio pasivo, etc. Si en el camino de la metamorfosis del gusano a crisálida se nos ocurre hacer más leve el esfuerzo de salida y ayudamos al gusano a salir del capullo haciendo un agujerito en el mismo para que aflore más fácilmente de la cápsula, la mariposa no volará porque el esfuerzo de rotura y salida, extenuante, que hace el gusano para salir, es el que también hace que desarrolle sus alas, y hace que consiga la fuerza en sus músculos necesaria para poder volar después.

La transformación depende de cada uno, y en la sociedad de toda ella en su conjunto. El cambio por el cambio no sirve. Al transformarse debe reinventarse cada uno, debería reinventarse la sociedad. El futuro será una batalla entre la dualidad de la cultura y la consciencia frente a la pareja representada por el conflicto y el egoísmo. Para mí lo importante no es la realización de los deseos sino lo que los deseos hacen para que nos realicemos. El verdadero regalo que un humano puede recibir es desvelarle sus talentos y acompañarle en el desarrollo personal. Ahora bien este pensamiento no encaja en la cultura del pelotazo y riqueza fácil y rápida.

La salida de la crisis de este país llamado España, su futuro, pasa por la formación y por la cultura del esfuerzo. Educación, cultura y formación, y desde luego en estos momentos no es admisible una bajada en la inversión en innovación y desarrollo. Y la llamo inversión porque no es un gasto sino que, volviendo a la naturaleza, significa sembrar para recoger mañana.

La salida de la crisis implica reinventarse. España tiene que saber qué quiere ser de mayor. EEUU y Alemania saben lo que quieren ser. Tardarán más o menos en absorber la crisis pero al final por ejemplo en Detroit, y después de la tremenda crisis actual de los vehículos, desarrollarán el motor eléctrico o el de hidrógeno y empezarán a fabricar, cientos de miles, y saldrán. Sin embargo ¿qué es lo que quiere ser España? Sol y Paella es una configuración gastada, en declive, ¿qué queremos ser de mayores?

Ahora que parecemos ir sin rumbo, ahora que la crisis es más profunda y parece que ha tocado fondo es cuando más valor toma esta pregunta y debe hacernos reflexionar a todos, y más a los que tienen en sus manos el rumbo de este barco llamado España. ¿Qué queremos ser en el futuro? La Investigación más desarrollo más innovación no puede ir sin capitán, sin rumbo. Si España se configura en el pasado con sol y paella poco sentido tiene el I+D+I, sobre todo si no se realiza el cambio necesario en el turismo evolucionando del mercado maduro en el que estamos, en el que además hay muchos competidores esperando entrar a más bajo precio y con una oferta muy similar -Turquía, norte de África, los países Balcánicos-. Quizás exista un nicho en las energías renovables donde no deberíamos perder esos primeros puestos de cabeza que ahora ostentamos. El porvenir se fragua en el presente y para ello hay que trazar las líneas que llevan hacia él, hay que trazar el rumbo con políticas orientadas a ello.

Pero el futuro tiene que ir por el trabajo, en esas líneas trazadas. No tiene sentido que sólo se desarrollen las actividades subvencionadas, que sí bien pueden ser el germen para que nazca el producto, no puede permanecer invariablemente de por vida. Y también la salida de esta crisis pasa por el paso de empresarios a emprendedores sociales, no basta sólo es crear una empresa sino que ésta debe estar inserta en el medio donde se desarrolla, que es mucho más que la creación de recursos, de valor y compartirlos con la sociedad.

Hará falta por tanto solidaridad, abolir fronteras, no perder la memoria y crear las regulaciones necesarias y sobre todo dar luz a la buena gente.

No hay vuelta atrás, y aún el momento de la meta es lejano para muchos de nosotros. Hagamos, entonces, un coliseo de crisálidas. Seres que habitan el misterio de la transformación. Tal vez, ese proceso, ese oscuro y desconocido proceso, pura promesa de luz y vuelo, de belleza y libertad, donde uno no es lo que fue pero aún tampoco lo que puede ser, sea el acto sagrado, el verdadero arte de ofrecer la búsqueda como acto de confianza y fe en la posible evolución.

 

 

 

 

 

Crisis Económica 1: ¿Crisis de Mercado? ¿Del capitalismo?

A menudo quienes aspiran o activamente se esfuerzan en construir “otra economía” –más justa, solidaria, no capitalista-, tienden a observar la economía dominante como experimentando una crisis profunda, y esperan que de algún modo sobrevenga un colapso, una demolición, una paralización del mercado, por efecto de su propio peso, de sus contradicciones internas, de sus crisis. Se piensa que cuando ocurra el colapso del mercado será el momento de “otra economía”. En presencia de lo que parece ser hoy el comienzo de una “gran crisis” económica, muchos anuncian que está a punto de verificarse el fin del capitalismo y, por tanto, que se abre la oportunidad para que la “otra economía” se despliegue como la gran solución.

Más allá de que palabras como “derrumbe” o “colapso”, aplicadas a la economía son solamente metáforas. El mercado no se detiene, no deja de funcionar, no se derrumba (a menos que sobrevenga una catástrofe que destruya la vida social, por causas exógenas al mercado como tal), por más que experimente crisis financieras y económicas de considerable envergadura. Porque el mercado es la interacción y la coordinación de las decisiones de producción, distribución y consumo que efectúan permanentemente los seres humanos y sus organizaciones. Desde que existen, y mientras existan seres humanos y organizaciones, ha habido y habrá intercambios entre ellos, y el mercado seguirá funcionando.

El mercado es un ser vivo y cómo tal experimenta transformaciones que pueden ser muy profundas, estructurales (como se acostumbra decir). Las transformaciones más importantes y profundas, las experimenta el mercado cuando ocurren en la sociedad fenómenos que impactan profundamente la vida colectiva, tales como guerras (de las que hay que decir por macabro que parezca que siempre han sido motivo de desarrollo económico y social), devastaciones naturales, descubrimientos o conquistas de nuevos territorios, innovaciones tecnológicas de alto impacto, incorporación o agotamiento de importantes fuentes de energía, revoluciones sociales, instauración de un nuevo sistema político, etc. En tal sentido, es esencial comprender que el mercado se encuentra determinado, que no existe en sí mismo, que no funciona exclusivamente en base a sus propias dinámicas internas. El mercado es siempre un “mercado determinado”. En tal sentido, no puede descartarse que el mercado llegue a colapsar, hundiendo a las sociedades en un abismo de decadencia catastrófica; pero ello no puede ocurrir por causas inherentes al funcionamiento del mercado mismo, sino por impactos exógenos.

No obstante lo anterior, debe reconocerse que el mercado es capaz de resistir impactos exógenos muy fuertes, frente a los cuales reacciona conforme a sus propias dinámicas internas. Una guerra mundial o una guerra civil pueden alterar drásticamente la conformación del mercado y la participación en él de los sujetos, pero el mercado sigue funcionando en esos contextos modificados. El mercado sigue funcionando y reacciona con sus propias racionalidades cuando se producen catástrofes naturales, cambios tecnológicos, disminución de los recursos y fuentes de energía, etc.

Las dinámicas internas del mercado, en el sentido de sus ciclos, sus crisis y sus fases de expansión, los fenómenos de inflación y crecimiento, estancamiento o depresión, sus cambios a nivel de los sistemas e instituciones monetarias y financieras, sus procesos de concentración y distribución de la riqueza, son dinámicas que pueden impactar muy hondamente el funcionamiento de la producción, la distribución de la riqueza, los niveles de consumo y los ritmos de crecimiento. Pero por sí mismas, tales dinámicas no conducen a una interrupción del funcionamiento del mercado, no lo detienen, no lo hacen colapsar en el sentido de un edificio que se cae y del que sólo quedan escombros que recoger. Los cambios y las crisis más hondas que puede experimentar el mercado como efecto de sus propios desequilibrios y “contradicciones” no llevan a que el mercado como tal desaparezca ni deje de funcionar, aunque ciertamente podrán afectar muy seriamente los niveles riqueza y pobreza y condiciones de vida de las personas, las organizaciones y empresas, los pueblos, las naciones y los estados.

El mercado en su funcionamiento interno puede marginar e incluso expulsar a determinados sujetos que participan en él. Es más comparto el pensamiento sociológico de Bauman que nos lleva al final a la conclusión de que los pobres son daños colaterales (como eufemísticamente se dice ahora) del sistema; sin pobres no hay clase media que fundamenta el capitalismo. De hecho, en el mercado las más grandes e importantes empresas pueden caer en bancarrota, los países más ricos pueden entrar en decadencia, otros pueden entrar en situaciones de gran pobreza y miseria, y muchísimas personas pueden perder todos sus bienes y recursos. Pero lo más seguro es que el mercado siga funcionando, con nuevos, con distintos, e incluso con menos integrantes; pero se ve menos afectado de lo que se cree, por lo que ocurra a tales o cuales individuos, a tales o cuales grandes empresas, a tales o cuales países.

En el mercado participan de hecho todos los sujetos, individuales y colectivos, todas las organizaciones e instituciones, todos los Estados y las comunidades, todos los países y las regiones. La participación de cada uno de estos sujetos, sin embargo, puede ser y de hecho es muy diferenciada, en cuanto unos participan más y otros menos, pero todos los sujetos fundamentan el sistema. Es más por duro que parezca el estado del bienestar es base y pilar del sistema capitalismo manteniendo los “daños colaterales” dentro de unos parámetros aceptables por la sociedad, formando parte de este sistema las Organizaciones No Gubernamentales, Tercer Sector, etc. como guardianes para que la pobreza no se extienda dentro del sistema como un cáncer.

Alguien (un sujeto individual o colectivo de cualquier nivel que sea, incluido un país, o un grupo de países de una región del mundo) podría “salirse” del mercado y seguir subsistiendo, pero ello implica dos condiciones básicas. Una, que se haga totalmente autosuficiente en el sentido de ser capaz de proveerse de todos los bienes y servicios que necesita; y dos, que limite sus necesidades exclusivamente a aquellas respecto de las cuales puede proveerse autónomamente de lo indispensable para satisfacerlas. Condiciones éstas que, si bien se las examina, implican sacrificios extremos para quienes intenten cumplirlas. “Otra economía” que quiera hacerse independiente de las dinámicas del mercado, deberá asumir los costos que ello implica, y entre sus participantes deberá construir su propio mercado, acentuando las interacciones e intercambios entre quienes la integran. En tales intercambios entre sus integrantes, como también en los intercambios que estos establezcan con los del mercado general, podrá manifestarse la racionalidad diferente que las caracteriza, en cuanto actúen y se relacionen manteniendo sus principios, sus valores, su ética y sus modos propios de comportarse. Esto vale también para países completos que pretendan independizarse del mercado y de su crisis, e incluso para grupos de países de una entera región.

Profundizando en las causas de la crisis financiera global

La actual crisis financiera está siendo entendida –en lo esencial- como efecto de una exagerada expansión del endeudamiento (especialmente de los mutuos hipotecarios, pero no sólo de estos), que ha dado lugar a un rápido incremento de la insolvencia y los incumplimientos de los deudores. Se acumulan de este modo en los bancos y entidades crediticias, títulos de deuda que carecen de valor, o que lo pierden en proporciones significativas. Se genera en consecuencia una pérdida de activos (o de valor) de los bancos y acreedores en general, que provoca la desconfianza de los inversionistas y tenedores de títulos, bonos y acciones, que se apresuran en deshacerse de estos papeles amenazados, y buscan refugio en activos que les proporcionen mayor seguridad. Con todo ello disminuye la capacidad de dar y de recibir créditos, lo cual se traduce en contracción económica y recesión.

Así entendida la crisis, se trata de un fenómeno “normal” y recurrente, que sucede periódicamente en los mercados. Lo que pudiera diferenciar la crisis presente de otras anteriores, sería solamente su profundidad y su extensión. En tal sentido, los números involucrados llevan a pensar que estaríamos ante una crisis cuya intensidad no se había visto desde la gran crisis de los años 1929-30.

Pero este análisis es muy pobre. Hace años que la economía está dando síntomas de una grave enfermedad, siendo sostenida en su declive añadiendo más leña al fuego. La palabra Capitalismo está compuesta por los vocablos Capital e Ismo, es decir Exaltación del Capital. ¿Cómo es posible que estando en una exaltación del capital durante años el Capital haya sido regalado a todo aquel que lo demandaba? ¿Cómo es posible que artificialmente y por arte de los Bancos Centrales se haya mantenido el tipo de interés real del dinero por debajo de la inflación? ¿Cómo es posible que la masa monetaria haya crecido muy por encima del crecimiento de la productividad? Esto en mi pueblo se le denomina “Pan para hoy y hambre para mañana”. Y estamos en el Mañana, quedan muchos años de hambre. El análisis de la actual situación de los mercados efectuado en base a los conceptos de la Teoría Económica Comprensiva, reconoce que lo expuesto (en los términos de las concepciones económicas convencionales) es correcto; pero va más allá y nos abre a otra dimensión de esta crisis, que la pone en una perspectiva histórica y económica que nos permite verla no solamente como más profunda y extendida sino como cualitativamente distinta. Más aún, nos pone en la perspectiva de comprender que las respuestas “normales” o habituales, aplicadas a esta crisis, no tendrán los efectos esperados, es decir, no conducirán en esta ocasión a una real superación y/o salida de la crisis.

La salida “normal” de una crisis financiera “normal” consiste en combinar en una adecuada (u óptima) proporción, tres elementos: a) la pérdida de valor de los activos de los acreedores; b) la pérdida que deben asumir los deudores; c) la pérdida que necesariamente ha de afectar al conjunto de los otros agentes económicos (consumidores, empresarios, trabajadores, etc.) vía inflación y/o vía contracción económica. De este modo se obtiene que la pérdida, el daño y el dolor que provoca la crisis se reparta (y diluya) entre los diferentes sectores involucrados. Estos procesos son cuidadosamente monitoreados por los Gobiernos (políticas fiscal, tributaria, regulatoria, subsidiaria y de incentivos, rescate de bancos, etc.) y por las autoridades monetarias o bancos centrales (tasas de interés, emisión monetaria, tipo de cambio, etc.).

Todo ello está de hecho ocurriendo. Pero desde el punto de observación que nos proporciona la Teoría Económica Comprensiva, podemos ver algo más, por debajo y más allá de todo lo indicado. (Como no podemos explicar aquí lo qué es y cómo procede la Teoría Económica Comprensiva, debemos limitarnos a exponer algunas conclusiones de un análisis que no podemos aquí explicitar. Baste por ahora decir que esta Teoría comprende los fenómenos y procesos económicos desde la intersubjetividad de las acciones, decisiones e intenciones de los sujetos privados y públicos que los producen, enmarcados en un determinado contexto institucional, jurídico y político).

Desde esta óptica apreciamos básicamente dos fenómenos de incalculables consecuencias:

El primer fenómeno es un cambio que se está cumpliendo en la naturaleza o “esencia “del dinero. Y como el dinero es –en el actual sistema económico- el elemento articulador de los mercados y de la economía en su conjunto, la presente crisis está significando una desarticulación estructural muy profunda de los determinantes del mercado, de modo que no podrá resolverse la crisis sino mediante una reforma institucional, jurídica y política. Entendamos: el mercado continuará funcionando, pero en crisis, que se prolongará hasta que se cumplan dichas reformas. Quizás me equivoque pero nunca más el precio del dinero volverá a los precios a los que estuvo, la prima de riesgo lo mantendrá muy por encima.

El segundo fenómeno, estrechamente conectado al anterior, es una mutación al nivel de las relaciones entre los agentes económicos privados y los agentes económicos públicos, tal que los equilibrios que han permanecido sin cambios sustanciales durante las últimas seis décadas ya no se sostienen, planteando la necesidad de redefinir las relaciones entre economía y política.

Crisis Económica 2: El valor del dinero

El valor del dinero y la crisis financiera global

El dinero (tan vilipendiado por algunos, tan amado por todos), es uno de los más importantes inventos y creaciones de la humanidad. En efecto, el dinero ha sido durante milenios y seguirá siéndolo hasta que inventemos una alternativa mejor, la solución a los más grandes problemas de la vida social.

Como ningún individuo, ni familia, ni grupo humano es autosuficiente, todos necesitamos intercambiar los bienes y servicios que necesitamos y que producimos. Los seres humanos nos necesitamos unos a otros, y trabajamos unos para otros. Esto da lugar al intercambio, al mercado, que cuando no existía el dinero se realizaba como trueque directo de unos bienes y servicios por otros bienes y servicios. Pero el trueque tiene dos problemas: es difícil de realizar (porque exige cada vez la coordinación empírica de las decisiones de cada oferente con las de cada demandante), y suele ser muy injusto (porque no hay un criterio ni mecanismo de medición del valor de los bienes y servicios que se intercambian).

El dinero resuelve estos dos problemas, al cumplir las siguientes funciones:

1. Servir como unidad de medida del valor de los factores, bienes y servicios económicos; 2. Servir de medio de cambio universal, coordinando las decisiones de todos los participantes en el mercado a través del sistema de precios.

Hay otros dos tremendos problemas económicos que el dinero resuelve. Los individuos y las sociedades necesitamos asegurar el futuro, lo que supone reservar y acumular la riqueza. Acumular los bienes físicos que constituyan riqueza (trigo, ladrillos, etc.) no siempre se puede y suele ser muy ineficiente, pues las cosas se dañan, pierden valor, se las roban. El dinero viene, entonces, a cumplir la función

3. Servir como medio de acumulación de riqueza, o servir para “reserva de valor” .

Otro problema y necesidad que no encuentra solución sin el dinero, y que éste resuelve cumpliendo su función

4, es la de coordinar en el tiempo (coordinación intertemporal) las decisiones de los distintos agentes económicos, de manera tal que los recursos productivos y los bienes producidos estén disponibles para cada sujeto en el momento en que los necesita, sin permanecer inactivos o desocupados durante largos períodos de tiempo, o sin que haya que esperar acopiar todos los recursos antes de iniciar una actividad. Esto se conecta con la función

5. El dinero permite que lo que unos ahorran hoy (para gastar mañana) esté disponible hoy (en la forma de crédito o préstamo) para quien lo necesita ahora pero que sólo podrá pagarlo después.

Pues bien: ¿Qué pasa si el dinero deja de ser confiable como “unidad de medida” del valor? Imaginemos: ¿qué pasaría en la construcción de un edificio, de una catedral, de un castillo, si el metro que usamos para medir, un día mide 80 centímetros , el día siguiente mide 110 cm., luego sólo 90, y nadie sabe realmente ni puede confiar en el metro que utiliza cada día?

En la historia ha ocurrido varias veces –y cada vez ha sido ocasión de una “gran crisis” económica- que el dinero ha dejado de ser confiable como unidad de medida del valor. Pues, cuando ello ocurre, deja el dinero de servir para acumular riqueza y reservar valor; ya no sirve tampoco para la coordinación intertemporal de las decisiones (pues ahorrantes y endeudados no pueden saber lo que vale lo que tienen hoy y lo que podrán tener mañana). Y se entorpece seriamente incluso la función del dinero como medio de intercambio universal.

Mi tesis es que la actual crisis financiera es una “gran crisis” económica, cuya causa fundamental reside en la distorsión y el cambio que ha ocurrido a nivel de la “esencia” y las funciones del dinero. Quevedo decía que “Sólo un necio confunde valor con precio”. Durante muchos años la masa monetaria en manos del público ha sido muy superior al valor de los bienes, de la producción mundial,con el objeto de pasar de un pilar del capitalismo como es el consumo a un cáncer como es el consumismo; con el objeto de alargar artificialmente la amplitud de los ciclos económicos, cosa que aseguraba la permanencia en la silla a los políticos. La distorsión llegó a tal punto que daba igual lo que hubiera que comprar ya que lo importante no era el consumo y la necesidad de los bienes comprados sino “consumir” la liquidez fuera en lo que fuera y al precio que resultase se correspondiera con su verdadero valor o no. En tal sentido, los “rescates” financieros que están implementando actualmente los gobiernos de muchos países no hacen sino agravar la crisis y postergar su superación, toda vez que contribuyen –y de manera muy importante- a acentuar la distorsión del dinero y dificultar que cumpla sus funciones esenciales.

Para que el dinero cumpla sus cinco preciosas funciones, es necesario que satisfaga dos condiciones esenciales, estrechamente asociadas. La primera es que el dinero tenga valor, que represente valor realizable en el mercado. Para ello debe tener –como se dice- un “respaldo” adecuado y consistente. La segunda condición es que sea “confiable” para todos los agentes económicos.

Que el dinero tenga valor, que esté respaldado por riqueza real, es una necesidad obvia, toda vez que es el activo económico que se intercambia por bienes, servicios y factores reales. Nadie cambiaría algo que vale por algo que no vale. Pues bien esta premisa no se ha observado en este ciclo.

Que el dinero sea confiable es una consecuencia del respaldo que lo sostiene, y además, de que esté vigente jurídica e institucionalmente el “contrato social” o la convención intersubjetiva según la cual se fija la “unidad de medida” del dinero que se emplea en las transacciones, que garantiza la genuinidad del dinero circulante, y que castiga los incumplimientos de los contratos comerciales. En la época moderna esta garantía de confiabilidad está dada por el Estado y su ente financiero central, que emite dinero de curso legal.

Es de la esencia del dinero que “tenga valor”, que esté respaldado.

Antiguamente el dinero que se empleada en las transacciones tenía valor en sí mismo: se trataba de porciones de oro, plata y metales preciosos.

Posteriormente se colocó el oro en la bóveda de los bancos, que emitían billetes de papel “convertibles” en oro o plata.

Después se descubrió que no era necesario que el dinero tuviese respaldo en oro, pues podía respaldarse directamente en los bienes y servicios por los cuales se intercambiaba en el mercado. El que emitía el dinero garantizaba que tenía activos económicos suficientes para respaldar la emisión monetaria y responder por el valor del dinero.

Más adelante se pensó que no necesariamente fuera el emisor quien debía disponer de valores equivalentes al dinero emitido, pues bastaba que el conjunto del dinero estuviera respaldado por el conjunto de bienes y activos económicos existentes en un mercado determinado.

Pero, para que ello generara la indispensable confianza, fue necesario que el Estado tuviera el monopolio de la emisión del dinero, garantizando que no emitía dinero nuevo sino en proporción al crecimiento de la producción. Si, eso es, el crecimiento del dinero debe obedecer al crecimiento de la producción y por ende de la productividad. Si no cumplía con parsimonia con este requisito, esto es, si realizaba emisiones “inorgánicas”, el dinero se desvalorizaba en el mercado produciendo inflación que reducía el valor de la unidad monetaria.

En fin, recientemente, se inventó que podía emitirse dinero sin respaldo actual en activos económicos existentes en el mercado, siendo suficiente que el respaldo lo otorgara el conjunto de los compromisos de pago futuro asumidos por los sujetos económicos que recibían el dinero en forma de préstamo o crédito. El respaldo consiste, actualmente, solo en creer que los deudores pagarán el dinero que ha sido emitido expresamente como crédito.

Es así que, hoy, el dinero se emite como deuda, y esto lo realizan los bancos privados, las empresas, e incluso los supermercados y todos los negocios que emiten dinero al aceptar pagos diferidos en el tiempo.

Este dinero, pues, está respaldado exclusivamente por deudas: así, el dinero “es” deuda. El respaldo del dinero no está en activos económicos actuales, sino en producción y riqueza futura. El banco emisor de dinero –el banco privado o la empresa comercial que crea dinero en el momento que concede crédito a sus clientes– puede exigir que el cliente le garantice el pago, por ejemplo, mediante la hipoteca de un bien inmobiliario cuyo valor sea equivalente al crédito. Pero puede también concederle el crédito sin obtener del deudor una garantía suficiente.

Es en este último sentido que se dice, para explicar la actual crisis financiera, que ella se origina en la burbuja de los precios de los bienes inmobiliarios hipotecados como garantía de los créditos, que no han mantenido su valor.

Dejemos a parte, por ahora, el hecho que la Reserva Federal de Estados Unidos ha sido autorizada para emitir mucho dinero (700.000.000.000 de dólares) respaldados por papeles, bonos y otros documentos de pago que se sabe que no tienen valor, que son deuda morosa, incobrable, casi sin valor real. Este es, en los hechos, el último paso en el proceso de pérdida de valor del dinero.

Lo que se intenta con este “rescate” es que “los mercados” (o sea los agentes económicos) recuperen la confianza en los bancos y se evite el temido pánico con que se recuerda la grande crisis de 1929.

Sí, todos hoy hablan que el sistema financiero se basa en la confianza, que el dinero está sustentado en la confianza, en la credibilidad.

Pero esto es solamente una parte de la verdadera esencia del dinero, como hemos visto. Nuestro análisis nos permite comprender que la cosa es muy diferente, y que el problema es mucho más profundo, y que afecta al conjunto del dinero emitido, y no solamente a las deudas morosas.

El cambio sustancial que ocurre a nivel de la naturaleza del dinero, cuando se lo emite en base a deuda y se lo respalda en función de sus pagos futuros, deriva del hecho que toda deuda implica un compromiso de pago por una cantidad mayor de dinero que la recibida en préstamo. En efecto, debe pagarse el interés. Y como casi todo el dinero emitido y circulante ha sido emitido contra deuda, ocurre inevitablemente que el monto total de los compromisos de pago es mayor al monto del dinero real circulante. Por definición, los billetes puestos en circulación no alcanzan para amortizar los créditos y además pagar el interés convenido. Así, gran parte de la deuda no puede ser nunca pagada.

Esto puede sostenerse en el tiempo solamente mediante la inflación (que diluye el valor del dinero en el tiempo) y en base al incremento permanente de la producción, que permite respaldar una parte de los intereses por pagar.

Pero la inflación hace que el dinero pierda credibilidad y confiabilidad. Y el crecimiento permanente sería posible solamente si el incremento de las deudas (dinero creado en el mercado) fuera proporcional al incremento de la producción.

Esto último es lo que ha fallado, en proporciones gigantescas, en las últimas décadas. A través de los derivados de crédito, contratos a futuro, etc., el monto total de las deudas se ha incrementado exponencialmente. De ahí la actual crisis, que sin duda ninguna, será grande. El crédito está disminuyendo aceleradamente, porque no hay confianza en que lo que se preste será recuperado. Por eso, el dinero “contante y sonante”, los billetes de curso legal, adquieren un enorme valor. Esta grande crisis será muy profunda, y durará hasta que no se cree un nuevo sistema monetario: un dinero de nuevo tipo, que valga, que esté respaldado, y que suscite la confianza. Ello requiere, a su vez, un nuevo orden político, institucional y jurídico.

Os invito a ver este fragmento del El concursante de youtube, una imagen vale más que mil palabras, para entender «la existencia del dinero».

Crisis Económica 3: ¿Solución Keynesiana?

¿Puede una política keynesiana servir para superar la gran crisis actual?

Se está dando actualmente un renacer del keynesianismo. Muchos recuerdan que el New Deal tanto en América como en Europa produjo decenios de bienestar: ocupación y elevación del nivel de vida de la población, junto con la superación de la gran crisis de los años treinta. Tal es una creencia actualmente muy difundida, que explica también por qué casi todos tienden hoy a pensar que para salir de esta crisis se requieren políticas keynesianas: más Estado, más crédito, más emisión monetaria, más regulaciones.

Es sabido que la historia la interpretan los vencedores; pero no por ello la interpretación resulta científicamente rigurosa y verdadera. Pero a las creencias sobre el keynesianismo difundidas y proclamadas durante las seis últimas décadas del siglo pasado hay que hacerles algunas correcciones importantes:

1. El New Deal aplicado por Roosevelt entre 1933 y 1937 (consistente básicamente en un gran intervencionismo del Estado en el mercado, y un consistente fomento del consumo mediante la emisión monetaria), lejos de salvar al mundo de la gran depresión como se cree, en realidad hizo que la crisis se prolongara durante una década completa, prácticamente en todo el mundo, hasta el comienzo de la guerra.

2. El impresionante auge económico que se observa después de la segunda guerra mundial ¿es explicable por el keynesianismo? La respuesta que podemos dar desde la Teoría Económica Comprensiva –que comprende los procesos económicos en su contexto histórico, político y cultural- es negativa. El llamado keynesianismo fue causa de la notable distribución de la riqueza, que generó un mercado más equitativo y en cierto modo más democrático; pero no fue causa relevante del crecimiento económico ni de la generación de riqueza.

Hay un hecho de dimensiones gigantescas pero que permanece bastante oculto por razones ideológicas: la guerra y la economía de guerra están al origen del impresionante auge económico de la postguerra. En efecto, la guerra puso las bases tecnológicas, sociales, institucionales, políticas y demográficas que explican el gran impulso que experimentó la economía durante los treinta años siguientes.

Destacan, en particular, los siguientes 7 impactos de la guerra, cada uno de ellos condicionantes del auge económico posterior:

a) La guerra generó innovaciones tecnológicas impresionantes (en los rubros energético, de las comunicaciones, el transporte marítimo y terrestre, la aviación, la ingeniería de obras civiles, la ingeniería industrial, la automatización, la electrónica, la industria química, la medicina, la producción de alimentos, etc.) que, después, aplicadas en la producción y la economía civil, impulsaron la innovación productiva y una increíble expansión de la productividad.

b) Produjo una gran acumulación de capital, concentrado en gran medida en manos del Estado, que permitió que éste fuese un actor decisivo en la industrialización, la urbanización, la tecnología, la educación, la salud, etc. durante los siguientes 30 años de la postguerra.

c) Dio lugar a una clase trabajadora disciplinada y eficiente, que era necesaria para el desarrollo industrial.

d) Permitió que se alcanzara una sorprendente disciplina social, que facilitó el establecimiento de instituciones fundamentales para el desarrollo.

e) Dio legitimidad al Estado para implementar políticas fiscales (elevados impuestos) y distributivas (estado de bienestar) que le permitieron mantener al Estado como agente económico principal durante décadas.

f) Generó condiciones para la movilización de recursos naturales, sociales y demográficos en vistas de la realización de proyectos nacionales de envergadura.

g) Estableció y consolidó una división internacional del mercado (con términos de intercambio extremadamente desiguales), que generó una sistemática transferencia de recursos hacia Estados Unidos y Europa, desde América Latina, Asia, África y todo el resto del mundo que permanecieron en el subdesarrollo (no obstante que también allí se aplicaron las políticas keynesianas). A lo anterior hay que agregar otro condicionante, que no fue efecto de la guerra pero que incidió notablemente en el crecimiento económico durante la segunda mitad del siglo pasado: la impresionante expansión de la disponibilidad de energía de bajo costo, especialmente proveniente de los hidrocarburos.

3. De este modo -como efecto inmediato de la guerra y como actor capaz de aprovechar las oportunidades creadas durante aquella- el Estado pudo ser y de hecho fue, en los países desarrollados, un gran impulsor del auge económico durante la posguerra.

El keynesianismo fue la concepción económica que acompañó durante treinta años dicho auge económico, y su principal mérito fue hacer que la riqueza se distribuyera de manera más equitativa en la sociedad, a través de políticas sociales y de bienestar. Pero políticas neo-keynesianas irresponsables en el plano monetario, un exceso de regulaciones estatales, impuestos demasiado elevados, y una gran presión social y política para que el Estado se hiciera cargo de cuanta necesidad colectiva y/o demanda corporativa alcanzara cierta notoriedad, condujeron a que en sólo 30 a 35 años, el impulso económico se debilitara, la moneda se envileciera, y la crisis volviera a producirse a fines de la década de los setenta y comienzos de los ochenta.

¿Qué queda hoy de los 7 condicionantes del auge de la posguerra? En verdad, el Estado parece haberlos dilapidado.

4. Las políticas keynesianas no pueden ya ser útiles para enfrentar la actual crisis. Ello, en el corto plazo, porque no podrían tener siquiera los reducidos efectos positivos que tuvo el New Deal en los años treinta frente a la crisis. En efecto, si hubiera que reconocer que en las condiciones de entonces las medidas aplicadas por el New Deal eran razonables, ya no lo son actualmente. En efecto, las condiciones en que se aplicó el New Deal eran muy diferentes a las actuales. Había entonces un evidente subconsumo, hoy venimos de un notable consumismo. Escaseaba el dinero, por las elevadas tasas de interés; hoy abunda la emisión monetaria, con tasas de interés muy bajas durante períodos muy prolongados. Regía el patrón oro y la convertibilidad en oro que daban un excesivo respaldo al dinero; actualmente el dinero se crea “ ex nulla ”, o su respaldo es solamente el “crédito”. En ese tiempo era altamente premiado el ahorro; actualmente y desde hace mucho tiempo el ahorro es castigado por la inflación y las bajas tasas de interés.

En cuanto al mediano y largo plazo, no vemos al Estado como actor que pueda encabezar la recuperación y un nuevo auge económico, porque:

a) No parece capaz de generar dinámicas de innovación tecnológica consistentes.

b) Lejos de disponer de abundante capital acumulado, la mayoría de los Estados experimenta déficit elevados.

c) No parece capaz de disciplinar y motivar a la clase trabajadora en un gran esfuerzo de trabajo con fines de desarrollo nacional.

d) Las instituciones públicas se encuentran debilitadas y cuentan con escasa capacidad de entusiasmar en torno a proyectos nacionales.

e) La sobreexplotación de muchos recursos naturales pone límites (incluso culturales) al crecimiento por su incidencia en el medio ambiente y la ecología.

f) La emergencia de grandes sociedades que estaban sumidas en el subdesarrollo pone límites a la transferencia fácil de recursos hacia los países avanzados.

g) La disponibilidad de energías de bajo costo se encuentra seriamente amenazada.

Ninguna de estas condiciones que en la posguerra hicieron posible que el Estado se alzara como el gran agente del desarrollo pueden, hoy, ser activadas mediante un nuevo conflicto bélico. Al contrario, por razones que no es del caso exponer en esta ocasión, de la guerra no puede hoy esperarse sino la aceleración de la descomposición y la decadencia económica, social y cultural.

Si es así, ¿cómo podremos salir de esta crisis? Si no es el keynesianismo, ¿qué otra alternativa de respuesta puede formularse? ¿Es más en el caso Español, sirven de algo las medidas tomadas por el gobierno que a costa de endeudarse pretenden combatir la crisis contrayendo gasto y en algún caso realizando inversiones?

Un video para reflexíonar…

Crisis Económica 4: Opciones

¿Por cuál de estas opciones, y con qué otros componentes, pudiera vislumbrarse una salida de esta gran crisis?

¿Qué otras opciones y escenarios son actualmente posibles?

En una primera instancia de análisis y búsqueda de alternativas, se presenta una cuestión fundamental, de la cual dependen muchas otras, por lo que conviene referirse a ella en primer lugar. Es la cuestión de las “dimensiones” geo-económico-políticas del posible nuevo ordenamiento mundial.

Una primera opción la podemos llamar “mundialización económico-política”, que supone avanzar en la dirección de una globalización acentuada, que pudiera manifestarse en una serie de procesos entre los que destacarían:

a) La creación de una moneda única mundial (sustitutiva del dólar, el euro, el yen y todas las monedas nacionales).

b) El establecimiento de una institucionalidad económica que fije regulaciones financieras, comerciales, fiscales, energéticas, ambientales, laborales, jurídicas e incluso militares, que deban regir y aplicarse en todas las naciones del mundo (con la sola exclusión de aquellos países que soberanamente quieran sustraerse del sistema y que quedarían política y económicamente aislados).

c) Se implica en este escenario una dramática reducción del poder de los Estados nacionales, que entre otras muchas atribuciones que posee actualmente perdería la capacidad de poner restricciones al libre comercio.

Una segunda opción la podemos llamar “regionalización económico-política”, que implicaría el surgimiento de tres grandes regiones económicas que competirían entre ellas por el control de los mercados (y de los principales recursos) mundiales, y por el dominio y/o la hegemonía política internacional.

En este escenario podemos visualizar la formación y consiguiente confrontación entre grandes regiones geográfica, económica y políticamente configuradas, que serían América del Norte, la Unión Europea y un Bloque Asiático.

Cada una de estas potencias tendría su propia moneda y sistema financiero, fijaría sus propias regulaciones, inclusivas de un fuerte proteccionismo de sus mercados y fronteras económicas, y compitiendo por los recursos y los mercados de las zonas que permanecerían probablemente sin integrarse a dichas regiones, tales como América Latina, Rusia, los países petroleros, etc.

Una tercera opción sería el prevalecer de los estatismos nacionalistas, con la mantención de las monedas nacionales, el incremento de las políticas proteccionistas, el aumento de las restricciones al libre comercio, el Estado nacional asumiendo crecientes funciones, y probablemente dándose lugar al recrudecimiento de los conflictos y guerras entre países.

Formular estos tres escenarios posibles es en realidad un ejercicio intelectual menor. También es fácil imaginar que las tres opciones tendrán sus promotores e impulsores, de modo que durante un cierto período de tiempo veremos y podremos seguir el debate y la confrontación entre estas tres opciones. Lo verdaderamente complejo y que plantea desafíos intelectuales mayores, lo podemos diferenciar en dos aspectos.

El primero es prever el curso de los acontecimientos, identificar a los actores (incluidas las naciones) que se pondrán a favor de cada opción, visualizar la relación de fuerzas que se manifestará entre ellos, y adelantar el resultado histórico-político de la confrontación (que será, obviamente, teórica y práctica).

El segundo, por cierto distinto del anterior aunque el pensamiento ideológico tiende a menudo a confundirlos, es identificar cuál de las opciones señaladas es la mejor, o la más conveniente y adecuada en términos de superar la crisis actual y de alcanzarse un mejor futuro para la humanidad.

 

 

Antes de abordar esta pregunta volvamos la mirada sobre la magnitud e intensidad de esta gran crisis. Pues se habla y escribe con demasiada facilidad sobre “la salida de la crisis”. Se anuncia que ella durará dos o tres semestres, o un año, incluso algunos dicen que hasta dos años completos. Este último es el escenario que la describe como una crisis en forma de U, imagen con la cual se indica que a la caída acelerada seguirá una relativamente prolongada situación depresiva, luego de la cual inevitablemente vendrá la subida, que se espera será tan acelerada como fuera la caída. Nadie, en efecto, duda que de esta crisis se sale, y que la economía recuperará el crecimiento, volviendo a la normalidad, e iniciándose un nuevo ciclo de expansión y crecimiento.

Se piensa y razona de este modo, porque se concibe que esta crisis es una más entre las crisis cíclicas que acostumbra experimentar el mercado.

Yo no lo creo. Cuando sostengo que esta crisis será prolongada, no pienso en dos o tres años, sino en tantos cuantos se requieran para que se cumplan las condiciones de salida de esta crisis, a los que me he referido en post anteriores y que podemos resumir así: Una nueva moneda internacional, un nuevo orden financiero, un nuevo ordenamiento institucional, jurídico y político de dimensiones globales, y una nueva cultura que implique una transformación profunda de los comportamientos económicos de las personas, grupos y sociedades. Así, la crisis podrá durar tres años, cinco años, diez años, veinte años, o más. Menos o más, dependiendo de lo que nos demoremos en crear estas nuevas condiciones.

Cuando afirmo que esta crisis será profunda, no pienso en uno, dos o hasta tres puntos (como creen los más pesimistas) de decrecimiento, sino en una caída generalizada de la producción y del consumo, tanto o más grande como la que ocurriera con la crisis del 1929-30, y cuya efectiva superación empezó solamente al término de la Segunda Guerra. Obviamente, en este juicio está contenido un cierto concepto de la crisis, que comprende las dimensiones económica, social, política y cultural.

Observemos algunos hechos.

Primer hecho. Hace apenas unos meses (mediados de Julio 2008) el petróleo alcanzaba casi 150 dólares el barril, y los analistas anunciaban que llegaría rápidamente a 200 dólares, y algunos planteaban cifras mayores. ¿Se equivocaron los analistas? Obviamente, en cierto sentido, pero ello no tiene mayor importancia. El hecho es que el petróleo llegó a costar 150 dólares, y que “el mercado” prospectaba que el precio seguiría subiendo aceleradamente. Todo ello estuvo acompañado de otros dos hechos: a) Una sorpresiva difusión de la teoría del “ peak oil ” de Hubbert, según la cual se avecina una catástrofe como consecuencia de que no existen capacidades productivas ni reservas de petróleo capaces de mantener en el tiempo los niveles actuales de producción de esta fundamental fuente de energía. b) Los gobiernos de todo el mundo realizaron una campaña coordinada tendiente a reducir el consumo energético y a buscar fuentes alternativas; una campaña que tuvo escasos resultados.

Segundo hecho. En el momento en que el precio del petróleo llegó a su máximo histórico, se inició una brutal contracción del dinero disponible en la economía, que generó una “sequía” del crédito, no solamente al consumo y a las hipotecas inmobiliarias, sino también a las más grandes empresas. Los índices de las Bolsas de valores caen entre un 40 y un 70 % en todos los países del mundo. Al mismo tiempo se derrumban entre un 25 y un 60 % los precios de las viviendas y de las principales materias primas.

Tercer hecho. Los Bancos Centrales y los gobiernos en todas partes salen simultáneamente “al rescate” selectivo de los principales bancos y empresas que se tornan insolventes, evitando así que entren definitivamente en bancarrota.

Crisis Económica 5: ¿Hay alguna lógica detrás?

Hay muchas explicaciones que dan los analistas, respecto a cada uno de estos hechos considerados aisladamente. Una explicación distinta para cada hecho. Todos, hechos que se explican por “el mercado”, afectado por desequilibrios, que motivan acciones especulativas, pánicos, comportamientos esquizoides, en fin, “volatilidad” extrema. Detrás de ello, por cierto, burbujas que se inflan y desinflan. ¿Es eso todo?

Con nuestra Teoría Económica Comprensiva tratamos de comprender los procesos, aplicando una estructura conceptual compleja. Resumimos las hipótesis a las que hemos llegado.

1. El mercado determinado, actualmente no está funcionando como un mecanismo automático que responde a decisiones independientes de sujetos en competencia. El mercado determinado tiene un nivel de extrema concentración, y responde en gran medida a las decisiones de pocos gigantescos y muy poderosos grandes grupos económicos, y se encuentra comandado y articulado por pocos y muy determinados grandes poderes públicos nacionales y supranacionales.

2. Existe, efectivamente, un gravísimo problema de escasez de petróleo, cuya producción no alcanza a sostener ya el crecimiento de la economía a nivel global, y cuyas disponibilidades (reservas no explotadas) no permitirán mantener durante las próximas décadas ni siquiera los niveles de producción actuales. Desde este punto de vista, y hasta que no se resuelva el problema energético con nuevos descubrimientos, nuevas tecnologías, nuevas soluciones, el mundo se verá enfrentado a una inevitable contracción económica.

3. Si el mercado estuviese operando en libre, espontánea y automática competencia, el escenario más probable sería catastrófico. Pero el mercado determinado se encuentra controlado y comandado, como sostiene nuestra hipótesis. Y quienes comandan el mercado, han decidido asumir el problema de la doble crisis (energética y financiera) en su real magnitud, y evitar la catástrofe, imponiendo una profunda y prolongada depresión económica.

4. Lo que han hecho para evitar la catástrofe, puede sintetizarse en los siguientes movimientos:

Primero, con el petróleo a 150 dólares estuvimos (nos llevaron) al borde del abismo de una posible crisis energética. Ello nos hace comprender a todos, que el crecimiento económico sostenido no es ya posible.

Segundo, con la contracción monetaria y la consiguiente inevitable depresión, se espera evitar el colapso energético (con una fuerte contracción de la demanda de petróleo), pero ello nos pone al borde de otro abismo, el del colapso financiero global. Así comprendemos que será necesario adaptarse a una economía no sólo sin crecimiento sino en depresión, por un largo tiempo.

Tercero, con los “rescates”, las nuevas regulaciones, el control de los grandes bancos y de las grandes empresas automovilísticas, aerolíneas y otras, los grandes poderes se aprontan a tomar el control de la situación y así manejar una prolongadísima y profunda gran crisis. Comprendemos que bajo estas condiciones una crisis profunda y prolongada no sería la peor alternativa. Este tercer momento no será sin conflicto entre muchos grandes intereses involucrados, pero terminará por establecerse (con el predominio de alguno de los tres escenarios que expusimos en el punto anterior).

En los próximos años y tal vez durante décadas, viviremos en depresión económica, oscilando entre dos abismos mucho peores: el abismo de la crisis energética y el abismo de la interrupción de la cadena de pagos. El avance por tan estrecho sendero será dramático, pues para evitar caer en el abismo energético será necesario reducir el crecimiento económico (la producción y el consumo). Pero al reducir el crecimiento se hace insostenible el funcionamiento del sistema financiero, que solamente puede operar con cierta normalidad si hay crecimiento de la producción y del consumo y de la creación del dinero como deuda. Así caminaremos por el estrecho sendero de una crisis prolongada y profunda, entre dos abismos catastróficos: intentando evitar el primero nos asomaremos al segundo, y evitando caer en el segundo nos asomaremos al primero. Nos mantendremos en la grande crisis sólo si logramos evitar caer en cualquiera de los abismos.

Y ahora un video para comprender como el dinero se crea «de la nada», nace de la deuda y no del valor de los activos.


Crisis Económica 6: La salida


En el supuesto de que evitamos el abismo y la catástrofe, podremos decir que se ha iniciado la superación de la gran crisis cuando avancemos simultáneamente en la construcción de las siguientes seis condiciones:

    1. Disponer de un nuevo sistema monetario y financiero, que no requiera elevado crecimiento de la producción y del consumo para sostenerse. Ello supone que el dinero deja de crearse como crédito, y que recupere credibilidad y sus cinco importantes funciones. El dinero se crea partiendo del valor (claramente se crea a partir del invertido en infraestructuras para la economía).
    2. Disponer de una nueva matriz energética, ambientalmente sostenible.
    3. Una gran reforma intelectual y moral, que sustente un nuevo modo de vida, una nueva economía, una nueva cultura, orientadas hacia el levantamiento de una nueva civilización, más justa y solidaria.
    4. La creación de un nuevo orden institucional, jurídico y político, que de estabilidad y garantice la permanencia de las tres condiciones anteriores.
    5. Restringir el poder de los bancos (sobre todo centrales) y de los políticos para que en ningún caso el crecimiento de la masa monetaria sea superior a la producción y el incremento de la masa monetaria en manos del público a nivel individual sea superior al incremento de la productividad. La evolución sostenible debe basarse no sólo en serlo medioambientalmente sino también en que el aumento del bienestar es directamente proporcional al incremento del valor, no precio, de los bienes y servicios producidos. En el caso Español debe realizarse además una rotación del trabajo, de sociedad de trabajadores, a sociedad de valor añadido; el modelo de crecimiento basado en el ladrillo, de turismo masificado y en el incremento de producto interior añadiendo más masa laboral pero con un diferencial de productividad por cada unidad añadida inferior se ha mostrado como un modelo incompleto y tremendamente vulnerable. El incremento del producto interior bruto en los próximos años debe realizarse mediante el aumento del valor añadido en cada unidad producida. Por poner un ejemplo en el sector de automoción, no puede permitirse España lo que hizo en tiempos pasados: Un motor brillante desarrollado en España, si el valor añadido Español de la ingeniería y desarrollo, Barreiros, se evapora y en cambio se montan fábricas dónde los la ingeniería y el desarrollo viene de terceros países y en España nos dedicamos a, permítaseme la expresión, «apretar tornillos».
    6. Vuelta del consumismo al consumo. Ismo, exaltación. La exaltación del consumo como única alternativa al crecimiento en el capitalismo, de consumir más y más sin que los productos sean necesarios para el consumidor (todos conocemos la generación de necesidades que el sistema ha realizado en la última época en la que ya no basta con tener 10 cosas para la misma función sino además que deben ser de una determinada marca para evidenciar el nivel social en el que está o le gustaría estar al consumidor) y sin ser sostenible desde el punto de vista medioambiental y sustento financiero ha sido el cáncer de la economía.

Un fragmento de la película El Concursante, ¿algo para reflexionar?