Informe sobre el voluntariado


Informe gráfico de la encuesta realizada a personas voluntarias de toda España, con representatividad por CCAA. En el informe se pueden ver los datos sociodemográficos del voluntariado, cómo se desarrolla la acción voluntaria, la implantación de diferentes herramientas de gestión así como los aspectos de motivación y satisfacción del voluntariado. El formato de presentación permite acceder a los datos en su conjunto o bien filtrarlos por distintas variables.

Ref .  Plataforma del Voluntariado de España​​​​​​​ . Podéis ver el documento en:

https://tesigandia.shinyapps.io/PVE-APP/

Guía Básica para la Transparencia en ESFL


La Plataforma de ONG de Acción Social presenta la Guía básica de Transparencia para entidades del Tercer Sector de Acción Social.
Durante los últimos años, se ha acentuado la demanda social de transparencia y rendición de cuentas de las actuaciones que realizamos las organizaciones sociales. La necesidad de las entidades para trabajar con transparencia, las obliga a establecer una serie de procedimientos para comunicar a la sociedad cómo es nuestra organización y qué actividad realiza, además de información económica y presupuestaria. No nos podemos olvidar tampoco de los requisitos que la normativa, tanto nacional como autonómica, marca para las entidades del Tercer Sector de Acción Social, y que debemos implementar para que no se produzcan incumplimientos normativos.

Así da inicio esta guía que puedes descargar en https://www.plataformaong.org/ARCHIVO/documentos/biblioteca/1669272757_guia-basica-de-transparencia-2022-accesible-ok.pdf

Granátula de Calatrava en el siglo XVIII

Os dejo este artículo que en su momento me envió mi amigo Juan Manuel Donoso Gómez.
Y es que Granátula no era un paraíso idílico en el s. XVIII. Además de la extrema pobreza en la que vivía la mayoría de la población, este siglo fue muy duro: se documentan malas cosechas, fenómenos meteorológicos adversos como inundaciones, sequías, pedrisco, granizo y fuertes heladas; también plagas de langosta,  epidemias de malaria, gripes, etc. que provocan algunas caídas demográficas momentáneas dentro de un crecimiento significativo de la población.
En 1712 Granátula había conseguido la independencia plena frente a Almagro, ciudad de la que había dependido en algunos aspectos hasta ese momento. A pesar de formar parte de uno de los países más importantes de la época, con un vasto imperio en declive, la situación era deprimente para la población. La población local era predominantemente agrícola (con cereal, olivo y vid) y ganadera (la oveja estaba muy extendida), analfabeta y profundamente religiosa. Donde valores como la honra, es decir, el respeto y estima que tenían las personas sobre uno mismo era muy importante. La religiosidad era muy fuerte: La Inquisición velaba por el mantenimiento de la Fe. De ahí su enorme poder en el pueblo con una de las casas más importantes, ubicada en la calle el Santo y hoy Casa Rural. Una sociedad imbuida en las fiestas religiosas a lo largo de todo el año. Con ellas se “pedía a Dios, la Virgen y todos los Santos por la protección de las cosechas, la llegada de las lluvias, la buena salud, etc.” Significaba además uno de los medios de entretenimiento de una población deprimida por los problemas y adversidades diarias, con una fatigosa vida agrícola, sometida a la dura climatología que amenazaba las cosechas y por tanto al sustento alimentario anual.
En lo que se refiere a la agricultura el regadío era importante , predominando el secano y la baja productividad. Las técnicas de rotación de cultivo y descanso de la tierra eran poco innovadoras, con algún abono natural, con el arado romano como utensilio básico (perduraría hasta el s. XX), jornadas laborales de sol a sol, etc. Los rendimientos del cereal eran bajos, al tratarse de una agricultura de subsistencia: en las tierras de secano se estima que por cada grano sembrado se recogerían 4, aunque la diferencia estribaba en la climatología de la campaña, las zonas y tipo de suelo, con más rendimiento en la zona de la Vega del Jabalón frente a las zonas de cerros o sierra. Peculiares son los sistemas de medidas utilizados en la agricultura, totalmente diferentes a los actuales (toneladas, hectáreas, etc.), aunque todavía se utilizan.
La fanega era la medida de peso para cereal, áridos, etc.  equivalente a unos 55,5 litros aunque esta equivalencia era variable según el cereal que se midiese. Por ej. la fanega de trigo equivalía a 44 kilogramos, dependiendo del grosor del grano; y la fanega de cebada correspondía a unos 40 o 42 kilogramos, porque su peso específico es menor, su grano es de tamaño mayor y presenta más paja. A pesar de que la hectárea (ha.) se haya impuesto en España como medida de superficie y represente 10000 m², la fanega era la medida de superficie en aquella época y ha llegado hasta nuestros días para medir parcelas o superficies. La conversión sería fácil: la fanega son unos 6459,6 m². Por tanto, aproximadamente una fanega y media es una hectárea. A su vez la fanega estaba dividida en 2 almudes (medida ya olvidada del vocablo popular); o en 12 celemines (todavía se puede ver en escrituras antiguas de fincas);  o 2 cuartos; o en 4 cuartillas.
Con una agricultura de subsistencia, sometida a una dura climatología, siempre hubo problemas de abastecimiento de productos de primera necesidad. Todo esto provocaba consecuencias directas sobre la población: hambre, desnutrición, agravamiento de enfermedades, etc. En época de malas cosechas los productos se encarecían y complicaba su adquisición por parte de la mayoría de la población. Esto se trasladaba a la estatura media, mucho más baja que la actual: algunos estudios a nivel nacional sitúan la estatura media del siglo XVIII entorno a los 1,6 metros, cuando actualmente la estatura media está en 168 (promedio entre la estura media de hombres y mujeres). Alimentación que también afectaría al grosor y calidad de huesos o a una esperanza de vida que giraba entorno a los 25 años.
El mantenimiento de las tasas de natalidad y el ligero descenso de la mortalidad general y mortalidad infantil iban dibujando un acentuado crecimiento de la población. A lo largo del s. XVIII, Granátula experimenta un crecimiento significativo de la población, entorno al 30 %, superando los 2000 habitantes, aunque con avances y retrocesos en el padrón municipal debido épocas de hambre y a epidemias sobre todo que afectan a la población de entre 0 a 7 años. Como se dijo el aumento de la población es uno de los factores que originará el motín de 1766.
La sanidad pública estaba representada normalmente por un médico que no tenía ni mucho menos los conocimientos de los médicos actuales. El hospital estaba ubicado en la Calle las Indias, hoy de Ramón y Cajal. El barbero era una alternativa en aquella época en toda España. Famosos son los servicios dentales con instrumentos y herramientas que tenían usos para animales o para bricolage de la época; o las sangrías consistente en extraerle sangre al paciente a través orificios hechos en las muñecas, brazos, etc sumergiendo estos miembros en agua caliente con el objetivo de renovarla, fortalecer al paciente y curarle de enfermedades. En la época predominaban los remedios de hierbas y parafarmacia. Enfermedades como las apendicitis podían causar la muerte si eran muy graves. Las fracturas abiertas significaban en la mayoría de los casos la amputación del miembro para evitar las infecciones. Las fracturas mal curadas ocasionaban cojeras en las extremidades inferiores, o dolores crónicos de por vida si se producían en el resto del cuerpo. Enfermedades como osteoporosis o artrosis estarían muy presentes en toda la población en edades tempranas por la mala nutrición y tareas cotidianas (labores agrícolas, etc.). Los resfriados y gripes eran en la época hasta mortales por las bajas defensas de un sistema inmunitario mal alimentado, con carencia de vitaminas y proteínas esenciales.
La dieta era baja en calorías, por la carestía de alimentos de la época, predominando los hidratos de carbono (el consumo de pan y legumbres era habitual), seguido de proteínas y grasas, presentes en huevos de todo tipo de aves, leche, queso, etc., en los productos de la matanza del cerdo o en la carne de oveja, cordero, vaca, toro, o incluso de caballo, buey, aves de corral o aves silvestres (paloma, pato, tordo, gorrión), así como en la carne de caza (con la perdiz, la liebre, el conejo y algún jabalí). Productos como el pescado eran consumidos habitualmente, especialmente durante la cuaresma. El problema era que llegaba de la costa en malas condiciones. Una solución era exprimirle limón encima para contrarrestar el fuerte olor que desprendía tras días de transporte. Se consumía también pescado local, procedente del río Jabalón. Todo ello con una amplia variedad de frutas, verduras y hortalizas procedentes de los huertos locales. Para conservar los alimentos no había cámaras frigoríficas. Lo más parecido eran las cuevas de las casas para conservar los alimentos o pozos de nieve, como el documentado en Granátula en la carretera de la Ermita, a unos 300 m. del pueblo. Estos eran normalmente propiedad de los Ayuntamientos y eran administrados en régimen de arrendamiento. En Granátula se tiene constancia del mismo desde principios del siglo XVIII. Servía para almacenar hielo y nieve recogido en el invierno. Este hielo y nieve servía para aminorar la fiebre de muchas enfermedades como la malaria en época de epidemias. Fueron típicos por toda la Mancha, por ej. Almagro tenía dos. A veces los ayuntamientos toman cartas en el asunto ante epidemias, a modo de iniciativa de protección de la salud pública, y dictan órdenes del precio al que se debe vender la nieve y el hielo para tal fin, evitando la especulación.
El comercio estaba muy monopolizado por el Estado y las tiendas de ultramarinos eran el principal recurso para abastecerse. La Plaza Vieja, actual Plaza de España, era el centro en este sentido encontrando el mercado de abastos, carnicería, etc. Las monedas habituales de la época fueron los reales, maravedís, cuartos (como aparece en el texto del pasquín), etc. Durante el siglo XVIII sus valores sufren variaciones. El maravedí era la moneda con el valor más bajo. Por encima estaba el ochavo (2 maravedís), el cuarto ( 4 maravedís) y el real de vellón (34 maravedís). Múltiplos del real de vellón era el ducado (11 reales), el peso (15 reales) y el doblón (60 reales). Además de las monedas de vellón circulaban otras de diferentes metales con valores muy superiores y con otras denominaciones aunque la población al ser pobre no tenía grandes sumas para la compra-venta habitual, de ahí la profunda crisis y hambre de la época.
En cuanto a la sociedad, la mayoría de la población la formaban los pequeños propietarios y sobre todo jornaleros, dependientes prácticamente de su fuerza de trabajo para mantener a su familia. La situación de estos años les afecta considerablemente porque durante este siglo XVIII andan en el límite de convertirse en pobres de solemnidad, es decir, en personas que subsisten de la caridad. Eran los más proclives a los desórdenes sociales y a protagonizar motines de subsistencia. Estos jornaleros eran una especie de “proletariado rural” formado por asalariados, peones o temporeros, dependientes de los grandes casas y fincas. Su salario variaba según recolecciones e iba desde obtener un puñado de monedas, ropas y calzado a tan solo la manutención y un camastro donde dormir. Remuneración que contrastaba con otros oficios como los de la construcción, donde un maestro podía cobrar de 10 a 20 reales sin contar comida y techo donde dormir;  o el salario de los oficiales amasadores o los peones que llegaban a cobrar entre 5 o 10 reales. Los mejor pagados eran los cargos públicos, ya de por sí una clase social privilegiada, que recibía altos ingresos.
Esta carencia de dinero para comprar alimentos básicos llevaba a la población a buscar otros medios para alimentarse. Por ej. la matanza donde los embutidos, etc. se obtenían al sacrificar el cerdo después de haberlo alimentado todo el año con harinas y productos de deshecho. Otro medio era poseer un huerto propio donde se obtenían frutas, hortalizas y verduras de todo tipo.
Cuando había necesidad de otros productos básicos o servicios era necesario trasladarse a otras localidades para encontrarlos. Aparece aquí el concepto de distancia que se aproximaba a la de un hombre que caminaba a pie, que a veces posee su asno o caballo (medio de transporte y de trabajo muy exclusivo en la época); o se enrola en algún coche, tartana, galera, carro, etc. Algo que ha perdurado hasta bien entrado el s. XX. Las carreteras eran caminos de tierra apisonada por el tránsito diario de todo tipo de vehículos, animales y personas. Las jornadas hacia Almagro duraban un día si se iba y venía a pie; varias horas o incluso otro día si se iba en burro. Almagro era el centro administrativo, judicial, etc. de la comarca y el reclamo de la mayoría de los productos y servicios que no se encontraban en Granátula. Algo que se ha ido sustituyendo por Ciudad Real en las últimas décadas del siglo XX. No obstante se iba a por lo imprescindible o por causa mayor. El puerto del “Reventón” era un enemigo más contra el largo camino polvoriento, seco y caluroso en verano; embarrado y frío en invierno; y a veces inseguro por la existencia de bandoleros y ladrones.
Dentro de Granátula existen familias como los López Carretero, los Nieto, Fontecha, López Cañizares, etc. que destacaban económicamente y luchan como veremos por los cargos públicos a lo largo de esta etapa final del Antiguo Régimen. Incluso podríamos clasificarlos por diferentes grupos según su trayectoria familiar: hidalgos de descendencia guerrera; hidalgos de ejecutoria (latifundistas de fortuna); hidalgos empobrecidos; labradores acomodados; labradores “de medio pesar”; pequeños burgueses que tenían el molino, un viñedo, etc. Recordemos que en esta época final del Antiguo Régimen surge una primera burguesía, en este caso rural, que especula y comercializa con ciertos productos agrícolas. Como se dijo anteriormente; en el siglo XVIII surge el grupo de los poderosos, fruto de la unión entre los hidalgos y villanos ricos. Se beneficiaron de las crisis agrarias durante el s. XVIII. Sus miembros   controlaban el municipio y sus amplias esferas de influencia. Tal es así que se perpetúan en el poder consiguiendo los cargos públicos en Granátula. Para ello estaban aliados estratégicamente con otros familiares o personajes ajenos a la misma. Por ej. Los Fontecha y los Carretero, a pesar de sus rivalidades, también se apoyaron mutuamente en ocasiones. Con ello controlaron el municipio entre 1758 a 1766, consiguiendo una hegemonía imparable y rentables usufructos, con sucesiones en las Alcaldías y lucros con los pastos. Se alternaban disimuladamente sin burlar la legalidad. Durante este periodo disfrutaron de propios, manejo de los caudales y granos del pósito, reparto de impuestos, ostentación de la primera instancia judicial, etc.
Junto a estas familias acaparan un enorme poder social cargos públicos como el del cura, el médico, el maestro, etc. Podemos decir que salvo las zonas de nueva urbanización como el Parque, Piscina y campo de fútbol; cercados y chalet del final de la calle Aldea y calle las Pilas, el final de la calle duque de la Victoria, etc. el casco urbano era prácticamente igual al actual.
El municipio carecía de alumbrado público y red de suministro de agua en las viviendas, siendo los pozos públicos o los de dentro de las casas los lugares de captación del agua. Tampoco había calles pavimentadas como las actuales, siendo la mayoría de tierra apisonada por el tránsito peatones y todo tipo de bestias y vehículos. En la época de lluvia se convertían en barrizales. Tampoco había red de desagües ni de alcantarillado público. Sólo existían los corrales para realizar las necesidades, verter los desperdicios, etc. donde animales y aves domésticos los aprovechaban. Esta carencia de alcantarillado facilitaba que el agua se acumulara formando lagunas en diversas partes del pueblo siendo focos de infecciones y epidemias como veremos más adelante.
La higiene personal era básica y no había conocimiento por parte de la población de infecciones por microorganismos. La ropa de vestir, ropa interior o calzado eran muy diferentes a los actuales, tanto en material, en comodidad o en cuanto al mantenimiento de la “higiene” de la misma. A esto hay que añadir que la gente tenía un contacto directo y continuo con sus bestias de carga y animales de compañía, animales de cría, etc. ubicados en corrales con todo tipo de vertidos. Esta relación era tan cercana que a veces, por necesidad propia de la época, se compartían habitaciones con los animales para recibir su calor en el invierno, el forraje para dormir mejor por las noches o porque no existía más espacio, confundiéndose la vivienda con las cuadras. Al estar en continuo contacto con ellos y sus excrementos aumentaban las posibilidades de infecciones. Estas casas estaban hechas en su mayoría con pareces de tierra, techos de material vegetal y sus suelos no estaban impermeabilizados como los actuales (con ladrillos, baldosa o gres) facilitando la humedad en las épocas de lluvia y a la larga infecciones, gripes, etc.
Aunque es en el siglo XVIII cuando se empiezan a construir los cementerios modernos como medida sanitaria (alejados de la población para evitar agentes patógenos y olores), en Granátula y pueblos de alrededor, los difuntos se seguían enterrando cerca de ermitas, iglesias, etc. dentro la localidad, lo que provocaba olores nauseabundos en épocas de calor y sobre todo en épocas de epidemias, cuando la mortalidad se disparaba, facilitando la propagación de la misma. La Mancha era una zona muy dada a estas catástrofes durante el siglo XVIII: se documentan epidemias de “fiebres tercianas” (es decir, malaria o paludismo)  con muchas muertes. Tal es la necesidad de realizar sepulturas que a veces se realizaban sin ningún tipo de orden ni metodología, provocando la exhumación de cadáveres de pocas semanas o meses. Cuando la densidad de fallecidos era alta se extraían los huesos de las sepulturas más antiguas y se llevaban a habitaciones aisladas. Iglesias, monasterios, etc. contaban con osarios donde los huesos eran depositados sin ningún tipo de criterio. Por ej. la Iglesia de Santa Ana tenía una habitación para tal servicio en el cuarto trastero.
La Granátula que esperaba a Espartero a finales de este siglo (nacería el 27 de febrero de 1793), tenía varios focos de infecciones importantes. Tanto es así que había continúas epidemias de paludismo (o malaria), por tener zonas de inundación en el mismo casco urbano fruto de la propia orografía y de la carencia de alcantarillado. Zonas como el Navajo, calle las Pilas, los barrancones (al final de la calle Aldea y calle Herrería) eran las zonas hacia donde tendía a acumularse el agua en la época de lluvias, por ser las zonas “más bajas” del municipio. El problema proviene de las lluvias procedentes de la sierra que tenemos al norte de la localidad, con cerros entorno a unos 700 a 900 metros, que vierten parte de sus aguas hacia Granátula, que también tiene forma cóncava (recuérdese que estamos en un maar y durante toda la historia ha facilitado la aparición de lagunas en su depresión). Actualmente este problema está resuelto por la red de alcantarillado y por las acequias que retiran ese agua de los arroyos hacia el oeste (Barranco de las Minas) y hacia el este (parajes de Canal y Montero, cerca de la carretera del Moral). Pero en aquella época no existían estas soluciones con lo que todas las aguas iban hacia el pueblo formando lagunas. El estancamiento del agua y la llegada del buen tiempo con altas temperaturas (durante la primavera y el verano) era el caldo de cultivo para que afloraran enfermedades como el paludismo. Por ej. el parásito del paludismo encontraba en este ambiente su medio natural. La base de su transmisión son los mosquitos hembra. Al alimentarse de sangre humana introducen un parásito de la especie Plasmodium. La malaria o paludismo podía ser mortal a causa de los estados febriles, náuseas, diarreas, etc. agravado también por la desnutrición, hambre, resfriados, complicación de otras enfermedades como neumonía, etc.
En Granátula como en La Mancha se documentan durante el siglo XVIII todo tipo de enfermedades como el mencionado paludismo, gripes, etc. además de enfermedades por carencia de vitaminas como el escorbuto; o problemas derivados del hambre y la desnutrición, por ej.  problemas dentales, producidos por la mala alimentación y el escaso cuidado dental, con la ausencia de muchas piezas dentales desde edades tempranas y sobre todo según avanzaba la edad.
Las más graves eran las epidemias de paludismo, que se repetían cada ciertos años de manera más o menos intensa, con casos aislados durante la primavera-verano de cada año.
No solo en Granátula ocurría esto. En toda España y en La Mancha aparecen este tipo de enfermedades que reducían considerablemente la población: Miguelturra sufrió graves epidemias a lo largo del s. XVIII por tener lagunas e inundaciones, Moral, etc. Incluso la población de la “pedanía” de Granátula, cercana a la finca de la Caridad, Añavete, tuvo que emigrar hacia Granátula y Moral a finales de la Edad Media y durante la Edad Moderna para librarse de esta enfermedad producida por las lagunas de Añavete. Caso que también se extendería a la población de Zuqueca.
En 1785 por ej. se produjo una de las epidemias de paludismo más importantes en La Mancha aunque Granátula no estuvo muy afectada. Contaba Granátula con algo más de 2000 habitantes. En la relación de enfermos redactada por el párroco, alcalde, médico, etc. había 172 personas enfermas, de las que murieron 6. En muchos pueblos cercanos la situación de los enfermos fue tal que la epidemia coincidió con la cosecha de cereal por lo que faltaron “brazos” para realizar las tareas agrícolas, lo que originaría la falta de grano, con la consecuente subida de precios y salarios. Las familias ricas y pobres pasaban hambre y muchos labradores debían vender sus reservas de grano para comprar medicinas.
En el siglo XVIII cobra especialmente interés la creación de pósitos, almacenes de venta y préstamo de grano. Aunque también había otros como la Casa de las Tercias, o almacenes privados. Los pósitos debían ofrecer sus stock a precios prefijado por el gobierno local y nacional. Como se dijo anteriormente eran la salvación ante épocas de malas cosechas porque la población podía obtener grano y harinas para fabricar pan (base de la comida de la época). A los agricultores les permitía asegurar la simiente ante épocas de mala cosecha, a través de préstamo con sus correspondientes intereses. En Granátula por ej. el pósito estaba ubicado en la plaza de la Constitución, en la actual Casa de Cultura. El palacio de las Tercias estaba en la calle el Santo, dando una de sus fachadas al callejón del Santo.
A veces, cuando la carestía era grande y la extracción del grano estaba prohibida, en La Mancha se da mucho el asalto a carruajes con grano. Grupos de personas apostadas en los caminos sustraían el grano por la fuerza a los transportistas. Cuando ya no había nada que “echarse a la boca” los documentos hablan de que la población“…se comía hasta las yerbas por lo que pueblos enteros de la zona enfermaban”.
Otro factor de preocupación, actualmente olvidado, fueron las plagas de langosta. Se dan hasta el siglo XX. Hubo varias a lo largo del s. XVIII. La más debastadora para las cosechas fue la de 1782-3. En Granátula, Calzada, Aldea, Almodóvar, etc. arrasan los cultivos de cereal, olivos y vides. Para combatir el insecto se utilizan diferentes métodos: piaras de cerdos, se hacen corrales de fuego quemando aulagas, zanjas para que cayera el insecto, se cazaban con sacos, buitrones, etc.. Pero no se puede hacer nada. En Granátula los agricultores se afanan en levantar las siembras pero de poco vale dar una reja tras otra si no se espera el tiempo suficiente para eliminar el insecto y permitir la recuperación del suelo.
La climatología es quizá el factor fundamental para la economía agrícola de este siglo. Durante el invierno de muchos años hay heladas, fríos rigurosos y nieves. En primavera se documentan algunas granizadas y pedriscos que echan a perder las cosechas, vides, olivos, frutales, etc. Pero lo que más abundan son las sequías. Algunos especialistas afirman que en algunos tramos del siglo XVIII hubo una climatología ligeramente más cálida producida por la entrada de masas de aire cálido sahariano en la Península. Estas corrientes facilitaron no sólo la sequía, sino las mencionadas epidemias por la corrupción de las aguas estancadas.
Fueron muchos los años en los que las lluvias de abril y mayo, importantísimas  para sacar adelante la cosecha, son nulas o escasas. Concretamente el periodo de 1762 a 1765 es el de peores cosechas, producidos por la sequía, y un factor mas que desencadenaría los motines de 1766 en toda España y el famoso pasquín de Granátula.
Por Juan Manuel Donoso Gómez

Paisaje con figura: El General Espartero

Paisaje con Figura. Un programa impresionante sobre la vida de personajes españoles importantes. Antonio Gala nos cuenta la vida de D. Joaquín Baldomero Fernández Espartero y Álvarez de toro, ese granatuleño que sin ser político hizo política toda su vida, y recibió puñaladas de partidos contrarios y de sus propios compañeros. Ahora bien jamás pudieron quitarle el reconocimiento del pueblo agradecido siempre con él.

Ponencia sobre la Leyenda Negra 30 de octubre de 2022

Querida María del Prado, Prado, amiga y además familia, nuestro apellido Azañón nos une, y también Donoso, curiosamente intercambiados.
Querido alcalde Félix, Eva, y demás miembros de la corporación municipal.
Queridos contertulios.
Queridas amigos que hoy habéis venido a escuchar lo que os voy a decir.
Granatuleños.
Para mí es un verdadero honor compartir los hechos históricos que sucedieron entorno a la época histórica que vivió Espartero relacionados con la Leyenda Negra. Para un economista que, además, y de forma aficionada, le encanta la historia compartir con el plantel de personajes ilustres estas magníficas jornadas, es todo un reto.
Permitirme como ponente Granatuleño que antes os comente algo de mi pueblo.
Vamos a por ello, y si me permiten la licencia haré como las obras de teatro, varios entreactos y actos.
Antes de empezar

Granátula de Calatrava

Pequeño pueblo con nombre de extraña lengua, Granátula, y que dependiendo de las interpretaciones pudiera ser “los Graneros de la Tía Tula” –creencia popular de la reina íbera Tula-, o “pequeña Panera o Granero” aludiendo a la fertilidad de su suelo, o incluso del término “Granata” manifestando el color rojizo o mejor dicho granate de su tierra y que en el pueblo vecino da nombre al mismo: el Almagre.

Población que surge de las entrañas de la tierra cual colada volcánica quedando plasmada en cerros, maares, cráteres y fumarolas. Evocar como fueron aposentándose moradores en el cerro de los Castillejos, como rendían culto a sus dioses. Como llegaba más gente procedente de otras culturas: visigoda, germana, romana. Y así imaginar a la ciudad de Oreto anclada en la falda del Jabalón floreciendo al igual que sus vegas y asistir a los Concilios de Toledo juntamente con sus obispos. Adoptar la cultura sarracena y descansar en sus baños árabes. Renacer de las cenizas en Zuqueca cual ave Fénix.

Siempre la vida continúa y quizás de la extinción de Oreto y de Añavete, en torno a la laguna de Valdeleón, en el cráter de un volcán, si créanme todos estamos hoy en un maar volcánico, un cráter, en el que fueron aposentándose moradores formando la población. Y así aquellos monjes militares pudieron cabalgar por su valles y lomas con el escudo en el pecho de una cruz con las puntas en forma de flor de lis.

Deseo evocar en la memoria cómo se cumplió el sueño de sus habitantes y convertirse en Villa independiente. Honrar y compartir el deseo del hijo de un carretero de Granátula que declinó ceñirse la Corona de España y abrazar el lema de “cúmplase la voluntad nacional”.

Introducción. Enmarcando la Leyenda Negra

En el siglo XIX, corrió la Leyenda Negra, como un arma arrojadiza contra los españoles con la que se “flagelaban” los propios habitantes de este país. La idea de que España, de ser español, era algo más que un arma antiespañola, ya que buscaba una expresión de la inferioridad de sentirse hispano (a lo mejor les suena también ahora), cuando no era un artículo arrojadizo políticamente. Ha sido y es el gran tópico del identitario español, compartido por todas las corrientes ideológicas, desde las conservadoras a progresistas, desde las hispanófilas a las hispanofobicas.

A comienzos del siglo XX, Julián Juderías llamó “leyenda negra” al tópico “de la España inquisitorial, ignorante, fanática, (…) enemiga del progreso y de las innovaciones”. Y, aunque achacó su origen a la opinión extranjera, también insistió en que, “apenas iniciada la decadencia de nuestra patria”, en la misma España salieron “por doquiera, como ahora”, pesimistas dispuestos a irradiar la leyenda.

En mi conferencia hoy voy a hacer un recorrido por ese pensamiento de última mitad del siglo XVIII y del siglo XIX, uniendo los sucesos que en aquel momento pasaban en España, los intereses de los países europeos, el principal Inglaterra y también, por supuesto, Francia (que nos había colocado su dinastía real con los borbones), que chocaban con la hegemonía de nuestro país en América, el comercio y a la ambición del oro y plata que llegaba por barco. Y como granatuleño haré mención del más ilustre hijo que dio Granátula, Joaquín Baldomero, nuestro General Espartero, y la relación con Simón Bolívar, el libertador según le conocen en Hispanoamérica, al que también podemos apodarle con los adjetivos de dictador y dueño de esclavos (lo decía el mismo).

La independencia de los países hispanoamericanos tuvo su momento álgido con la invasión de España por Napoleón Bonaparte, fomentada por el comportamiento de los gobernantes, y sino como muestra un botón, el hijo de Carlos IV, Fernando VII, deseaba ser familia de Napoleón, dejando de ser parte de la familia y en particular de su madre María Luisa de Parma a quien atribuía todos los males suyos y de la patria.

Algunos personajes de la época

El rey Carlos IV, le quedaba grande el cargo, voluble y fácilmente manejable, falto de ambición y sin dote de mando. Le llamaban El cazador, lo único que le interesaba era la caza. En una conversación con su padre le dijo “Padre, hay una cosa que no entiendo… Si todos los reyes lo somos por la gracia de Dios, ¿cómo es posible que haya reyes malos? ¿No deberíamos ser todos buenos? Carlos III lo miró piadosamente y murmuró como para sí: “Pero ¡qué tonto eres, hijo mío!, ¡qué tonto!”

Su mujer, la reina doña María Luisa de Parma, que era todo lo contrario: la ambición que le faltaba a su marido la tenía ella en exceso, al igual que las ansias de mando. No era guapa, pero si voluptuosa, inteligente y manipuladora, y tiraba de los hilos de la marioneta de su marido y políticamente de D. Manuel Godoy, incluyendo la cama (se dice que tuvo los últimos cuatro hijos con él, y que el hijo pequeño, D. Francisco de Paula, era igualito que Manuel).

El tercero en discordia, D. Manuel Godoy. Más que en discordia en concordia, ya que manejaba al rey y se acostaba con la reina. Y con ese impulso hizo carrera en “cuatro días”, llegando a ser el Generalísimo, omnipotente de esta España. Por cierto, juntamente con Espartero llegó a obtener el título de Príncipe sin tener sangre real, en este caso de La Paz, por el vergonzoso acuerdo de la Paz de Basilea en la que España cedió parte de la Isla la Española a cambio de la retirada de Francia de los territorios conquistados de Cataluña, Navarra y País Vasco, y todo por estar en una contienda en la que nos iba ni nos venía, en una coalición contra Francia.

Hay que unir que España estaba en medio de dos flancos
• Los ingleses que no podían vernos y ambicionaban lo que había sido España y sobre todo los barcos de oro y plata, más plata que oro, que desde América llegaban a nuestro país, y sobre todo lo que deseaban los aristócratas ingleses era el comercio y ser los banqueros de Hispanoamérica;
• Y los franceses que se les había quedado pequeño su territorio y deseaban expandirse, emparentados por los Borbones.

El cuarto, el que luego sería rey, Fernando VII, con pocas luces, pero con ambición, y que hacía honor a ese refrán que dice, y perdonen, que “un tonto jode a un listo”. Manejable, en este caso por el representante de la Santa Madre Iglesia el cura D. Juan Escoiquiz. No podía ni ver a su padre, al que consideraba tonto, ni a su madre, por aquello de que sí que era lista y utilizaba todas sus armas, incluyendo la entrepierna, y por supuesto odiaba a Godoy porque era quien de verdad “cortaba el bacalao”.

En la carta fechada el 11 de octubre, dirigida por el príncipe al Emperador Napoleón, “solicitaba la mano de una francesa vinculada a la familia”. En la misma el príncipe Fernando se ponía “de rodillas”, ante “el héroe mayor que cuantos le han precedido, enviado por la Providencia para salvar a Europa del trastorno total que la amenazaba, para asegurar los tronos vacilantes” y afirmaba tener la voluntad de resistir su “casamiento con otra persona, sea la que fuere, sin el consentimiento y aprobación de V.M”.

Y para no dejar las cosas al azar, planeó envenenar a su madre, y sino apresar a los reyes, Carlos IV y María Luisa. La trama fue descubierta y cuando le interrogaron echó la culpa a su mujer, muerta un año y medio antes.

Sobre Bolívar hay que decir que nació en Caracas en 1783 de una familia de origen vasco muriendo su padre cuando tenía tres años y poco después su madre en 1792. Al cuidado de la familia en 1799, viajó a España. En Madrid, bajo la dirección de sus tíos Esteban y Pedro Palacios y la rectoría moral e intelectual del Marqués de Ustáriz, recibió la educación propia de un gentilhombre que se destinaba al mundo y al ejercicio de las armas: amplió sus conocimientos de historia, literatura, matemáticas, francés, esgrima y baile. En Madrid conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, de quien se enamoró. En mayo de 1802 contrajo matrimonio con María Teresa. Los jóvenes esposos viajaron a Venezuela, pero poco duró la felicidad de Simón. María Teresa murió en enero de 1803. El joven viudo regresó a Europa a fines de ese mismo año, pasó por Cádiz y Madrid, y se estableció en París desde la primavera de 1804.

En la capital del naciente Imperio Francés vivió los placeres de una vida social, mundana y los estímulos de orden intelectual, frecuenta el teatro, tertulias y salones, bebe de las ideas de la ilustración y conoce a bellas mujeres. Viaja después a Italia. En Roma jura no dar descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta que haya logrado libertar al mundo Hispanoamericano de la tutela española.

Resentido contra la corona española. Siendo una persona muy rica nunca pudieron obtener en su familia los añorados títulos nobiliarios, peleando en Madrid por ellos tras pagar por la financiación del convento de Monserrat, que no pudo obtener ya que para ello era necesario demostrar la pureza de Sangre. Su bisabuelo tuvo un lance amoroso con una negra. Los títulos fueron también perseguidos por el hermano de su madre, la familia Palacios. No le fueron concedidos porque en el árbol genealógico faltaba una persona, la bisabuela. En cuanto a la animadversión también la tuvo con Espartero, luego hablaremos.

Espartero hijo de un carretero de Granátula de Calatrava que llegó a rehusar la corona de España, de una manera muy sutil “por sus muchos años y su poca salud”, ya que según dijo textualmente “en Madrid andan cegados por el polvo y el humo de las ruinas de lo que han destruido y quemado, y quieren sacar la ascua con mi mano: pero yo soy viejo, y a perro viejo no hay tus tus”.

Espartero demostró desde niño sus dotes para el mando y la batalla, ya conocen ustedes que en taller de su padre hizo un cañón con un trozo de madera hueco, un muelle y una cigüeñuela, que disparaba piedras a toda velocidad, para combatir en las batallas de “La Pedrera”.

Joaquín Baldomero se alistó muy joven participando en la batalla de los Puentes de Ciudad Real el 27 de marzo de 1809 (confundiéndose con el de Ciudad Rodrigo, error que se fue copiando de unos autores a otros y así aparece en multitud de sus biografías), donde las tropas españolas fueron derrotadas en la defensa del Puente Nolaya, batiéndose en retirada hacia Almagro y posteriormente a Santa Cruz. Intentó alistarse como voluntario desde ese momento, ya que no tenía la edad exigida, no llega a los 17 años, cosa que en mi opinión llevó al error que hubo en la fecha de nacimiento en su historia militar.

La primera acción bélica formal en la que participó fue en la batalla de Ocaña, desastrosa para las armas españolas. Tras este fracaso, al reorganizarse nuestras tropas se alistó en el Batallón de Honor de la Universidad de Toledo, formado exclusivamente por estudiantes universitarios; pasando de aquí a la Academia Militar de la Isla de León (Cádiz), de donde salió con la graduación de Subteniente.

Terminada la guerra de la Independencia se alistó en la expedición que al mando del General Morillo se dirigía a apaciguar nuestros territorios de América, que deseaban la independencia de España, para lo cual ingresó en el Regimiento de Extremadura con el grado de Teniente (2 de diciembre de 1814), partiendo de Cádiz el 1 de febrero de 1815.

En América, a donde llegó a primeros de abril de 1815, fue donde empezó a destacar entre sus compañeros, pues fruto de sus estudios en la Academia de Ingenieros creó, entre otros, reductos, trincheras, levantamiento de planos topográficos, etc., de máxima utilidad para el desarrollo de las operaciones militares. A sus estudios universitarios deberá su cultura para desenvolverse con soltura entre compañeros, subordinados y superiores. Cualidades a las que hay que añadir su valentía y arrojo personal en los innumerables combates contra los insurrectos; lo que le hace ir ascendiendo profesionalmente y siempre por méritos de guerra, llegando a Brigadier y el 11 de octubre de 1823 y se le nombró Jefe del Estado Mayor del Ejército de Perú a los 30 años. En mayo de 1824 es tal el prestigio alcanzado por el brigadier Espartero que el virrey La Serna no dudó en encomendarle la misión de ir a España a exponer de palabra, al rey Fernando VII y su Gobierno, cuanto allí estaba sucediendo.

Espartero cuenta en la Biografía Novelada “Lo que siempre quise contar de mi vida” que: “Fui a palacio donde el Ministro de Estado, el Marqués de Casa Irujo, y el Rey me recibieron. El Marqués habló de mi valor, cosa que no era lo que venía a discutir. También le contó sobre mis ideales políticos, que como ya he dicho no eran precisamente coincidentes con el absolutismo. Por mi parte describí claramente la situación de desamparo y de peligro en la que estaban las provincias de Ultramar. Vi cómo debatían el Marqués y el Rey, como había puntos de complicidad, guiños de ojo, y movían la cabeza negativamente. Lo único que obtuve fue un mazo de puros. El monarca no volvió a recibirme y del Marqués tampoco obtuve instrucciones sobre los problemas de América, ni tampoco fondos ni material de guerra. Unas meras misivas que en mi opinión no llegaban ni a consejos.”

Si me permiten expresar una idea: ¡Cuán diferente hubiera sido si en el momento del levantamiento en Hispanoamérica el rey Fernando VII hubiera cruzado el Atlántico, hubiera visitado las ciudades importantes y hubiera sido flexible con el gobierno y constitución!

Cumplida esta misión en España, embarcó de nuevo el 9 de diciembre de 1824, en el puerto francés de Burdeos con rumbo a América, siendo ese día el de la batalla de Ayacucho por la que se perdió el virreinato del Perú para España, sin que Espartero participara en tal batalla como se le ha querido atribuir. Una parte de la leyenda negra que le persiguió ya que le llamaron despectivamente Ayacucho, con desprecio por haber perdido América.

En mayo de 1825 desembarcó en el puerto de Quilca desconociendo la derrota de las tropas españolas, siendo hecho prisionero de los seguidores de Bolívar y tratado con una inhumanidad de las que no hay ejemplo, pero esta parte de la historia la dejaremos para un poco más adelante.

La paz firmada con el Abrazo de Vergara le encumbraría, llegando a ser regente del reino, presidente del gobierno, y príncipe de Vergara, entre otros títulos de la más de veintena que acaparó.

Enmarcando la edad contemporánea con algunos hechos previos

En esos años entorno al siglo XIX, se produjo un vacío de poder al que hay que añadir la Leyenda Negra que tejieron franceses, holandeses, italianos y alemanes, pero principalmente holandeses e ingleses. Esa leyenda negra fue calando en lo más hondo del sentir hispanoamericano e increíblemente en los propios españoles peninsulares.

La revolución francesa vino con los derechos del hombre, unos derechos de los que se gozaba en los territorios españoles extra peninsulares hacia cientos de años.

Si no le dan creencia a esta afirmación piensen que en 1512 ya se promulgaron las Leyes de Burgos, una de las primeras leyes de la Monarquía Hispana para su aplicación en América, en las que se decía textualmente “que las mismas ayuden a que se cumpla la justicia de los naturales, indios o indígenas”. Historiadores americanos como Haring las describen como el primer “Código General para el Gobierno e Instrucción de los aborígenes americanos”.

En las leyes de Burgos se alcanzaron una serie de principios:
• Los indígenas tienen absoluta libertad con respecto a sus vidas.
• Los Reyes Católicos son el mayor exponente católico que tienen los indios por su compromiso evangelizador.
• Existía la posibilidad de obligar a los indios a trabajar con las premisas de que el trabajo fuese tolerable y que el salario fuese acorde a las horas trabajadas. El mismo tenía que ser justo, pero existía la posibilidad de pagar en especie y no en dinero.
• Se justificaba la guerra a los indios si los mismos se negaban a ser cristianizados y para el mismo fin se creó una institución llamada El Requerimiento. La conquista sólo se justificaba si los indios se negaban a ser evangelizados. Este punto es el que se puede lanzar contra los españoles, España era católica, apostólica y romana depositaria de la única fe.
• El Rey Fernando El Católico hizo encargo a los dos más destacados representantes de la junta de Burgos que incluyan dos tratados más, destacando el de la necesidad de informar a los indios de los derechos del rey de Castilla con un requerimiento antes de someterlos pacíficamente o hacerles la guerra.

Se estableció una regulación del régimen de trabajo, jornal, alimenticio, vivienda, higiene y de cuidado de los indios, también se les ordenó la enseñanza de la catequesis a los indios y se condenó la bigamia.

Sobre las leyes de Burgos, comparto la opinión de que algunos de sus artículos pueden ser consideradas precursoras de los Derechos Humanos. España aprobó el matrimonio interracial en 1514, mientras que Estados Unidos no lo hizo hasta 1967, cuatro siglos y medio más tarde. En la Provincia española de Florida se celebró el primer enlace entre un segoviano, Miguel Rodríguez, y una mujer sevillana de raza negra, Luisa de Ábrego.

España Creo 32 universidades para ricos, pobres, indígenas e hispanos, es más la pureza de los indígenas daba derecho preferente al ingreso. Fundó 25 hospitales grandes y más del doble medianos. Y fundó un rosario de ciudades. Surge una pregunta ¿sí los españoles se dedicaban a expoliar, para que crean todo esto, no era mejor traerse todo el oro y plata que invertirlo en el desarrollo allí? Y ahora que tanto se habla de los derechos laborales, Felipe II firmó las leyes de Indias que profundizaban en los derechos de los trabajadores indígenas, recogiendo por primera vez la jornada laboral de 8 horas.

La ambición de Gran Bretaña fue creciendo. No le bastó lo que había conseguido con el tratado de Utrech, 1714, que puso fin a la guerra de Sucesión Española, con concesiones comerciales con el imperio español de América, las posesiones de Gibraltar y Menorca, la licencia para comerciar con esclavos denominada “asiento de negros” y la posibilidad de comerciar con navíos de más de 500 toneladas con el “navío de permiso”. Inglaterra trazó un plan que desembocó en la Guerra del Asiento. Esta guerra enfrentó a las tropas del reino de Gran Bretaña y las Españolas de 1739 a 1748 principalmente en el Caribe, y terminó enlazando con la primera guerra de sucesión austriaca. La acción más significativa fue el sitio de Cartagena de Indias en 1741 donde las tropas inglesas con 27.000 hombres y 186 navíos fueron derrotadas por las españolas con 4.000 soldados y 6 navíos de línea.

Este éxito fue posible por la información facilitada por los servicios de inteligencia españoles, espías hablando en castellano llano, infiltrados en la Corte Inglesa y en el cuartel general del Almirante ingles al mando de la operación, Edward Vernon. El plan conocido por los españoles los llevó a preparar la contraofensiva, adelantándose, cayendo los ingleses en la red tejida, por Blas de Lezo magistralmente.

Sobre los espías, si me lo permiten, les dejo lo que Martín Azañón cuenta sobre uno poco conocido, Domingo Abadía, catalán que de corta edad fue a Cuevas de Almazora, en Almería. Allí la influencia árabe andalusí le llevó a querer conocer más del mundo musulmán. Su ilusión era conocer la cultura árabe desde dentro, y para poder hacerlo necesitaba financiación. Presentó a Godoy su plan científico de viaje a África. Godoy pensó que sería una buena oportunidad de expandir España al norte de África y Oriente Medio, por lo que le presentó a Badía una misión a realizar en la corte de Muley Suleimán, sultán de Marruecos. Se trataba de conseguir que el sultán solicitase la protección de España para defenderse de la sublevación de las tribus opositoras. España entraría en Marruecos y con el pretexto de ayudar contra la revolución invadirían Marruecos. Y quien iba a conseguir que se sublevasen las tribus, “Ali-Bey”. Quien iba a decir que esto que pretendía hacer con Marruecos en 1801, se lo haría a España posteriormente Napoleón, con la “Guerra de las Naranjas”, lo único que consiguió amén de dejar que las tropas napoleónicas entrasen en España y la conquistasen.

El caso es que la corte española puso el dinero para que Badía, con su personaje, un gran señor musulmán educado en Europa y nacido en Arabia, Ali Bey el-Abbassi, tío del profeta Mahoma. Y allá que se fue a la corte del sultán Suleimán que estaba en esos momentos en Tánger. Le llevó un presente y se hizo con la confianza del sultán a la vez que negociaba con los jefes de las tribus opositoras el levantamiento. Ali Bey construyó una tapadera magnífica. El sultán le llegó a considerar como un hermano, le regaló una finca y un par de mujeres del harén, una blanca y otra negra.

Badía descubrió que el sultán estaba preparando el asalto a España. Y como antes necesitaba controlar las tribus levantiscas del Atlas llegó a proponer a Ali Bey que se uniera a él para reconquistar Al-Ándalus. Bueno lo dejo aquí, porque cuando Badía volvió a la corte ni Carlos IV ni Fernando VII le hicieron caso, y la información que trajo se la vendió a los franceses, contando entre ella los planos de la Meca, siendo la única persona no árabe que había logrado entrar hasta la fecha.

La creación de la Leyenda Negra

Con todo lo dicho anteriormente, intereses, experiencias y derrotas inglesas, Inglaterra encontró un arma muy valiosa: “la leyenda negra”, reforzada en la segunda mitad del siglo XVI, se mantiene hasta el siglo XIX, suavizándose a partir del Romanticismo. La concepción sobre la religión y la iglesia mezclada con la hegemónica económica y militar española no es que molestasen a Inglaterra, es que ponía en peligro su propia concepción de Estado.

Los tres puntos principales eran:
• Inglaterra se oponía a la hegemonía político-militar española en el continente y por esa razón prestaba ayuda a los rebeldes holandeses en las Provincias Unidas y a todos los enemigos de España en Francia y Alemania.
• En segundo orden, Inglaterra se oponía a España en el plano religioso porque la monarquía inglesa, cabeza de la Iglesia Anglicana, se había erigido en defensora del protestantismo frente la católica romana defendida por España y el Papado.
• Finalmente, Inglaterra se resistía a la pretensión española de monopolizar el comercio marítimo con América y restringir la colonización del nuevo continente por otras potencias europeas.

Esta enconada rivalidad política, religiosa, marítima y colonial habría de servir como caldo de cultivo para la difusión de ese conjunto de imágenes negativas y adversas sobre España y los españoles. A tenor de esa leyenda, España se presentaba como una potencia expansionista y opresora, el temible brazo armado de la Contrarreforma católica y brazo ejecutor de Roma.

También propagaron una imagen de los españoles que aún sigue en buena parte. El carácter nacional de los españoles sintetizaba todos los vicios y defectos imaginables en el ser humano: violento, cruel, fanático, intolerante, vanidoso y fanfarrón. Tales atributos tomaban como referencia al conquistador de Indias cruel, al inquisidor fanático y torturador, y al hidalgo altanero.

A partir de la crisis del imperio español a la vez que se dejaban de utilizar en buena parte los anteriores calificativos se introdujeron otros como son para España el de “decadente” y para los españoles el de “perezosos”.

El movimiento independentista americano

El caso es que, en el inicio interesado de la Leyenda Negra, y con el caldo de cultivo de vacío de poder ante la invasión napoleónica, al que hay que añadir la lucha por las distintas Juntas Supremas que surgieron en España por mantener el control y poder territorial, y la guerra contra la invasión francesa, que no se sabía si era apoyada por los reyes en su destierro en Bayona, surgió el movimiento independentista americano.
Este no fue como se ha extendido una guerra contra España sino una guerra civil entre las dos formas de pensar que se había en hispano América, la de desarrollo y ser gobernadas por el reinado español y la que había extendido la aristocracia criolla sobre la libertad y opresión española, y el negocio que presumían que les daría poder y dinero con Inglaterra. Y eso es así porque piensen ustedes que de todos los que combatieron allí tanto de un bando (independentista) como de otro (realista) eran casi todos americanos ya que en los ejércitos no había más de un 10% de tropas españolas peninsulares.

Por otra parte, se ha extendido que este levantamiento se produjo por la abolición de la esclavitud. Todos los libertadores fueron criollos de clases altas recibiendo educación superior por parte del imperio español, y como Bolívar, incluso viviendo en Europa y en España. Algo sobre lo que no se escribe, es más se calla, es que Bolívar fue esclavista llegando a tener más de dos mil.

En medio de aquella situación surgió la figura al que llamaron libertador, un semidios al que las mujeres para visitar su quinta en Bogotá tienen que cubrirse las espaldas. Bolívar fue un dictador. En Perú se auto proclamó el primer dictador de Hispanoamérica. La opinión que tenía Simón sobre los peruanos no era especialmente buena. En una carta a Francisco de Paula en 1825 afirma que “los quiteños y los peruanos son la misma cosa: vicioso hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio moral que los guie”. Intentó imponer su proyecto de Constitución al Perú para proclamarse él mismo presidente vitalicio del Perú, y así gobernar hasta su muerte. Llegó a ser promulgada pero una rebelión cívica forzó su derogación siendo anulada. Un año después de esto Bolívar como presidente de Gran Colombia declara la guerra al Perú, iniciando la guerra colombo-peruana que duró más de un año y que termino con Gran Colombia al quitarle al Perú los territorios de Tumbes, Mayras y Jaén, y el Perú renunciando a recuperar Guayaquil.

Sobre la crueldad, en 1813 el decreto de lucha o muerte en el que se pasaba por las armas a todos los españoles que no luchasen en contra de su propio país, miles de españoles fueron asesinados incluso a los que estaban convalecientes en un hospital, los sacaban de la cama y los remataban en la calle. Detrás había también un motivo económico, ya que las propiedades de los españoles pasaban a financiar la guerra y las arcas del movimiento.

A todo esto, las colonias que iban independizándose pasaban a ser dependientes de a Inglaterra quien pasaba a controlar el comercio e intercambio, entregándoles buena parte de las tierras y de los recursos. Simón Bolívar en la Gaceta de Caracas en 1814 diría “nosotros por mucho tiempo no podemos ser más que un pueblo agricultor, capaz de suministrar las materias más preciosas a los pueblos de Europa”.

Crueldad que no sólo era contra los españoles nacidos en España, sino también contra los que oriundos de américa no comulgaban con su forma de pensar. Bolívar sitió a Santa Fe de Bogotá, cuyos dirigentes eran todos nativos de allí, y durante 48 horas dio libertad a sus tropas para que usasen y cogiesen todo lo que pudieran en la ciudad (incluyendo mujeres).

Antes he citado que en Hispanoamérica había una forma de pensar por los indios y la clase media y los no tan indios que se sentían complacidos con la administración española, ya que España llevó la cultura y el progreso a América. Y como muestra un botón: Era más próspera que muchos países europeos, había alcantarillado, salud y cultura. Esquivel Obregón en su libro “Influencia de España y los Estados Unidos sobre Méjico”, en 1918 escribió que “El jornalero de la época virreinal de 1792 podría comprar 23 medidas de 100 kilos de harina al año, en 1891 solo podría comprar 9,71 y en 1908, ya nada más que 5,35. Hemos desandado así el camino del progreso”.

Y esto es así porque después de la independencia se entregaban los territorios a las manos Inglesas. En una carta dirigida en 1815 por Simón a Maxwell Hypstop afirmó “qué inmensas esperanzas presenta esta parte del nuevo mundo a la industria británica… al mismo tiempo se puede entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua para que forme de estos países el centro del comercio del universo por medio de la apertura de canales, que, rompiendo los diques de uno y otro mar, acerque las distancias más remotas y haga permanente el Imperio de la Inglaterra sobre el comercio.

En Perú la imagen que se tiene sobre Bolívar es diferente. Perú no demostró interés en estas guerras, es más no tuvo libertador “propio” debiendo llegar los ejércitos de Bolívar desde Colombia, Juanjo San Martín desde el Río de la Plata y Bernardo O’Higgins desde. El pueblo peruano prefería alistarse en el Ejército Real del Perú defendiendo la permanencia en España. El bando peruano estaba compuesto en su mayoría por soldados ajenos al Perú (neogranadinos, venezolanos, argentinos y mercenarios europeos). En el bando realista, si bien los oficiales eran casi todos españoles, los soldados eran mayoritariamente indios y mestizos oriundos del Perú.

Bolívar hizo pagar a Perú la falta de adhesión a su persona. Declaró la anexión de Guayaquil y otros dos territorios a Colombia. En 1825 Sucre organizó una asamblea y en acuerdo con aristócratas del Alto Perú declaró la independencia creando un nuevo país, Bolivia. Además, intentó ceder todos los puertos del sur dividiendo al país en cuatro, si bien no lo consiguió.

El absolutismo y la influencia de la Constitución de 1812, “La Pepa”

Para esta parte permítanme utilizar la tertulia que en el libro Martín Azañón de Bolívar, en un viaje que hizo a Europa pasando por Cádiz, con personajes ilustres como Argüelles, Calatrava y Pedro Quevedo, hablando sobre la Constitución que estaba en proceso de elaboración:

Bolívar: —España está en guerra contra los franceses ya que no desean ser ocupados. Sin embargo, están ocupando Las Américas desde hace más de trescientos años, ¿no les parecen incongruentes ambas cosas?

—Está comparando cosas totalmente diferentes. Los territorios de Indias son parte de lo que hoy es España. En las cortes constituyentes forman parte, como uno más, los representantes de cada territorio, considerando iguales a todas las personas hayan nacido aquí o en ultramar, —respondió Calatrava.

—Está hablando de una Constitución que no existe. Lo único cierto es que es el país del absolutismo, donde un monarca por el hecho de haber nacido y ser reconocido parte de la familia real (de sobra es conocido que muchos de los hijos reales son bastardos), es quien ejerce el poder sobre todos sus súbditos —afirmó Bolívar.

—Está usted diciendo cosas muy gruesas. Nuestro sistema es de representantes del pueblo elegidos por el mismo y son los que gobiernan, mientras que la monarquía ejerce la jefatura del Estado. No pretenderá decir que es mejor la tiranía de los que se elevan hasta un cargo siendo elegidos por unas promesas que nunca cumplen y que una vez en el poder hacen todo lo posible para mantenerse en el mismo torciendo leyes, o bien se autoproclaman dictadores —respondió D. Pedro Quevedo-.

—Mire usted señor Bolívar —intervino Argüelles, el más liberal de todos—, es cierto que nuestra constitución todavía es un proyecto. Pero será la más avanzada e igualitaria del mundo, ya quisieran los franceses algo parecido. La soberanía recae en la Nación, no en el rey, la monarquía será constitucional y los poderes se separan, se establece el sufragio masculino universal, la libertad de imprenta, la libertad de industria, la abolición de los señoríos, el derecho a la propiedad y la ciudadanía española de todos los nacidos en cualquier parte del territorio de la corona española.

—Me dicen que están representados todos los territorios y sectores en las cortes constituyentes, ¿de verdad lo creen? La mitad de los asientos están ocupados por eclesiásticos y buena parte de la otra mitad por representantes de la estructura actual: militares, regidores, síndicos, etc. Los representantes reales del pueblo llano son los menos.

—Cierto que hay una representación elevada del clero y estructuras—respondió Argüelles—. No se puede pasar de un sistema absolutista a uno liberal sin contar con lo existente. Llevaremos a todo el pueblo de un sistema a otro por voluntad y decisión propia.

—Hay bastantes curas tan liberales como pueden ser los demás. Y como ejemplo uno muy cercano, el de Algeciras, que predica: “¿Cuándo acabaremos de entender que la política de los Estados debe ser la justicia y la igualdad de acciones, en pesos y medidas y en nivelar a los hombres por sus méritos y no por eso que titulan cuna? Abrazaré, Señor, tiernamente y estrecharé en mi pecho entre los brazos a un negro, a un etíope si lo veo adornado de merecimientos y virtudes; miraré, por el contrario, con execración y oprobio y escarnio a un grande de la Nación, por otra parte, prostituido”, —replicó D. Pedro Quevedo.

—Creo que se están equivocando y no están teniendo en cuenta a todos los ciudadanos. En el ámbito territorial no se trata de España, de que seamos colonias, hay que respetar el lugar dónde se nace, soy venezolano. Hay un ejemplo cercano muy diferente como es el de los Estados Unidos. El sentimiento está en la calle y no podrán pararlo.

—Amigo Simón, pero qué nos cuenta. Todos somos ciudadanos, no hay colonias. Hay virreyes que gobiernan, la gran mayoría nacidos en el terreno. Pareciera como si usted estuviera incitando a la rebelión. ¿No estará hablando por boca de los indianos mestizos que ansían el poder?

—No se equivoque o se deje llevar por intereses propios. La interpretación que hace de la creación de los Estados Unidos, con la inclusión del federalismo, es una estrategia centralizadora con el objetivo de pasar de una Confederación inicial de trece Estados, con poco poder central a un centralismo. En nuestra constitución todos son ciudadanos españoles —dijo El Conde de Toreno.

La Pepa fue elaborada con representación de todos los españoles, peninsulares y de ultramar. La libertad de gobierno que ansiaban en América estaba contenida en ella, la igualdad, la de autogobierno que en parte ya estaba implantada con los virreinatos.

El levantamiento de Rafael de Riego en España, el trienio liberal, de 1820 a 1823 y la vuelta del absolutismo en 1824, todos estos cambios políticos supusieron que muchos de los aristócratas americanos, criollos normalmente deseasen el autogobierno para poder controlar el comercio y el movimiento de la riqueza. Fue un detonante más para la lucha por la independencia americana.

La posibilidad de aplicación de la Constitución de 1812 provocó el levantamiento en otros sitios. En Méjico el cura Miguel Hidalgo, se levantó contra el imperio español, pero en favor de Fernando VII. En Méjico se considera a Hidalgo como el padre de la patria, aunque sin embargo solo se independizó una pequeña parte permaneciendo el virreinato de Nueva España. El primer emperador del imperio mejicano fue Agustín de Iturbide, quien se levantó en contra de la constitución liberal de 1812 ya que él era conservador. Curiosamente la constitución, que hacía a todos ciudadanos españoles, estuvieran en la parte del mundo donde estuvieran, llevo a Iturbide a perseguir la independencia a la vez que hacía pretendía que Fernando VII o Carlos IV fueran los reyes de ese Méjico independiente. Aquí no hubo lucha ya que consiguió la independencia negociando y haciendo capitular el virrey de España. En su Plan de Iguala declaró ciudadanos a los indígenas tal y como había hecho antes la Pepa. Posteriormente Méjico sería fácil presa de las potencias mostrando el interés Francia, Inglaterra, etc. quien en fueron colonizando con los dirigentes americanos. Finalmente, el Méjico actual perdería la mitad de su territorio que actualmente posee Estados Unidos.

La independencia americana, la batalla de Ayacucho 1824

La lucha en Perú después de una sería de victorias para los Realistas y también para los independentistas. Hubo intentos de negociación y de paz con los comisionados españoles (Convención Preliminar de Paz) que le obligaba a mandar negociadores a los demás gobiernos sudamericanos para que pueda tener efecto la misma. Se estipulaba que las hostilidades cesarían 60 días después de su ratificación y subsistiría durante un año y medio, mientras se negociaría un tratado definitivo de paz y amistad. Con este motivo se reunieron en la ciudad de Salta Juan Gregorio de Las Heras con el brigadier Baldomero Espartero, sin alcanzar acuerdo alguno. Entre otras medidas tomadas por el virrey para contener su inminente rebelión, el 10 de enero de 1824 se le ordenó a Olañeta.

Ahí tienen a ustedes a Joaquín Baldomero como representante de España negociando la paz. Espartero no confiaba de las propuestas que se hicieron y no llegó a ningún acuerdo. La Serna le envió a España a informar al rey Fernando VII de la evolución de la guerra y a solicitar refuerzos de tropas y armada española, que habían quedado en nada durante el trienio liberal. Mientras Espartero estaba en España y justo el mismo día que se embargó en Burdeos para su vuelta a América sucedió la batalla de Ayacucho.

Al llegar Baldomero a Quilca, desconociendo la derrota española, fue encarcelado. Éste al enterarse de que era portador de una interesante correspondencia oficial y de varias gracias concedidas por el Rey al ejército expedicionario dio orden de que me trasladasen a Arequipa. También, seguramente, recordó que había conocido en España a Espartero y que este le había hecho una jugarreta con una dama (en una fiesta había conocido a una mujer de la que también quedó prendado Espartero. Bolívar quedó a la mañana siguiente de acompañar a esta mujer a misa. Baldomero trazó un plan y con la complicidad de sus amigos envió a Bolívar al extremo opuesto de la ciudad y a su vuelta le retuvieron hasta que confirmar la identidad del venezolano, mientras Joaquín se hacía el encontradizo con la mujer y la acompañó tras el plantón).

Tres meses estuvo en la prisión de Arequipa, aislado y esperando la ejecución porque se había dictado sentencia de muerte. De allí pasó a otra cárcel aún peor, la de la isla de Capa Chica, en medio de una laguna de la cordillera de los Andes. Mientras tanto fusilaron al brigadier español Echevarría sin juicio. Espartero pensó: “¡Mi amigo y compañero de fatigas pasado por las armas! ¡Qué sarta de mal nacidos! Nada podía hacerme pensar que mi destino hubiera de ser otro.”

Resultaron infructuosos los esfuerzos de libertarle de sus amigos, y en particular el abogado español Sr. D. Antonio González Olañeta, quien también estaba a la sazón en Perú, de Facundo Infante, Antonio Seoane y Salustiano Olózaga; consiguiendo su traslado al hospital militar dónde la prisión resultó más llevadera.
Y si una mujer pudo ser el motivo del encarcelamiento tan duro, otra mujer pudo ser quien consiguió su libertad. En Arequipa vivía una muchacha muy bella cuyo nombre era Paula de Prado, de 20 años. Espartero la conoció y la cortejó. Paula también conoció a Simón Bolívar. Paula amenizó el baile que se celebró en la casa señorial que le había cedido para residencia temporal don Francisco de Rivero a Bolívar durante su presencia en Arequipa. El Romanticismo nos dice que después del vals, Bolívar llevo a la muchacha hacia una de las puertas y caminaron hacia un pequeño jardín. El Libertador hizo una oferta que era también una ofrenda: Pídame lo que quiera, —dijo. La muchacha recordó al amigo preso y solicitó la libertad del “coronel Espartero”.

Fuera como fuere en la mitad de noche recibió un billete con letra femenina “Mañana mismo tendrá el pasaporte para Quilca, donde deberá hacerse a la vela para España”.

Sobre Ayacucho ahora contaré que todo apunta, como Salvador de Madariaga escribió en su libro sobre Bolívar, que fue una batalla de paripé. Yo también lo creo. Algunas horas antes de la batalla, el general realista Juan Antonio Monet se presentó en el campamento de los patriotas, y mantuvo conversaciones con el general independentista José María Córdoba. Monet propuso deponer las armas y evitar un baño de sangre, pero Córdoba respondió que eso sólo ocurriría si los realistas aceptaban formalmente la independencia del Perú. Luego, tuvieron una conversación en privado. Durante aquel encuentro, los oficiales de ambos bandos confraternizaron. Antonio Tur, brigadier del ejército realista, abrazó a su hermano Vicente Tur, teniente coronel del ejército peruano.

Llegado el momento de la batalla, los soldados realistas vistieron uniforme de gala ­algo muy inusual-. A partir de entonces, sucedieron algunas cosas extrañas: la batalla fue muy corta, teniendo en cuenta que el ejército español tenía superioridad numérica y táctica, intriga saber que fueron derrotados en apenas dos horas.
En medio de la batalla, una crónica escrita por el capitán Manuel Antonio López —un testigo de los acontecimientos— indica que el general realista Gerónimo Valdés exclamó: “Mediavilla, dígale usted al Virrey que esta comedia se la llevó el demonio”. ¿A cuál comedia se refiere? ¿Es posible que hubieran pactado en la entrevista privada entre Monet y Córdoba?, los soldados no sabrían de la existencia de tal pacto, sus oficiales harían un simulacro de guerra con algunas bajas, ¿y al final vendría la rendición? El hecho de que el general independentista Sucre concediera términos muy generosos en la capitulación de los realistas añade elementos a la sospecha.

La moral de los oficiales españoles estaba por los suelos. La mayoría de estos oficiales habían demostrado claras simpatías liberales -muchos de ellos luego formaron parte de la camarilla de los “ayacuchos” en el partido liberal durante el convulso reinado de Isabel II-, y seguramente no tenían gran entusiasmo en luchar en nombre de un rey -Fernando VII- que un año antes había regresado como monarca absolutista, y que ahora perseguía fieramente a los liberales. Sobre estos oficiales pendía la amenaza de que la persecución también los salpicaría, y serían removidos de sus cargos, aun si resultaren victoriosos en el combate. El simulacro de batalla habría sido un intento de salvaguardar su honor, sin necesidad de inmolarse —o enfrentarse a sus propios amigos y familiares en el bando contrario— por una causa en la cual ya habían dejado de creer.
Lo cierto es que la batalla tuvo poco de gloriosa -excepto por los sospechosos uniformes de gala­, que tuvo lugar sin recibir la respuesta del Rey a la misiva de la Serna, la respuesta que traía Espartero, que Joaquín Baldomero no hubiera negociado tal cosa como ya demostró antes en las conversaciones en Salta, y que la composición étnica de los ejércitos no era la de españoles contra americanos, sino más cercana a guerras civiles, incluso con familias divididas entre ambos bandos.

Comentarios de la Independencia Americana

Permítanme que no les dé mi opinión, aunque seguramente ya la han deducido, sino que formen ustedes la propia con lo que dijeron alguno de los protagonistas:
• La América es ingobernable. Los que han servido a la revolución han arado en el mar. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. Estos países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a las de tiranuelos, casi imperceptibles, de todos los colores y razas, devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad. Los europeos, tal vez, no se dignarán a conquistarlos. Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último período de la América. Simón Bolívar, carta al general Juan José Flores en 1830.
• A la verdad cuando uno considera que tanta sangre y sacrificios no han sido empleados sino para perpetuar el desorden y la anarquía se llena el alma del más cruel desconsuelo. Juan José San Martín, carta a Bernardo de O’Higgins en 1841.
• Nuestros acompañantes, muy atentos con nosotros, trataba a los indios como esclavos, no como hombres. Les mandaban traer provisiones y entregarnos sus caballos sin dignarse a decirles lo que se les pagaría y ni siquiera si se les pagaría. Habiéndonos quedado solos una mañana con uno de estos pobres hombres, no tardamos en hacer amistad, dándoles cigarrillos y mate. Después nos expusieron sus numerosos motivos de queja acabando por decirnos: “Nos tratan así porque somos u nos pobres indicios ignorantes; no sucedía esto cuanto teníamos un rey.” Charles Darwin, “viaje de un mundo naturalista alrededor del mundo, 1839 (Chile).
• Si. Estoy arrepentido en buena parte por haberme levantado contra España y, es por eso, que cuando se celebraron los funerales en Manila del Rey Alfonso de España, yo me presenté en la catedral para sorpresa de los españoles. Y me preguntaron por qué había venido a los funerales del Rey de España en contra del cual me alcé en rebelión…
Y, les dije, que sigue siendo mi Rey porque bajo España siempre fuimos súbditos, o ciudadanos, españoles pero que ahora, bajo los Estados Unidos, somos tan solo un Mercado de consumidores de sus exportaciones, cuando no parias, poque nunca nos han hecho ciudadanos de ningún estado de Estados Unidos… Y los españoles me abrieron paso y me trataron como su hermano en aquel día tan significativo. Emilio Aguinaldo Presidente de Filipinas. Entrevista en ABC en 1958.
• Por cierto, si visitan Madrid en una de las fachadas del Palacio Real de Madrid se encuentran, acompañados por otros reyes españoles, las estatuas de Moctezuma y Atahualpa, los últimos emperadores de los mexicas y de los incas. ¿Por qué? Son los Reyes de los distintos Reinos de la península ibérica y de los territorios de otros continentes que se incorporaron a la Monarquía española.

Cambio de rumbo inglés, “cambio de chaqueta”, nacimiento del Mito Romántico

A principios del siglo XIX surgió una imagen diferente sobre España y los españoles. Se trataba de una percepción derivada del Mito Romántico sobre el país y sus habitantes que haría olvidar interesadamente a la opinión pública británica y a sus gobernantes los estereotipos adversos. Si la Leyenda Negra había nacido de la rivalidad anglo-española en el siglo XVI, el mito de la España romántica iba a surgir en un contexto del espontáneo levantamiento popular contra los ejércitos franceses de Napoleón en 1808. El comienzo de la Guerra de Independencia en España provocó un entusiasmo sin precedentes en Gran Bretaña y generó una nueva sensibilidad oficial y popular hacia España y los españoles. El interés británico estaba en que otro país combatía a Francia ya que los ingleses estuvieron en una guerra interminable con Francia iniciada en 1793 y acabada en 1815. Por eso mismo, Gran Bretaña, enfrentada en solitario al empuje militar napoleónico, recibió con enorme alivio la insurrección española, y se aprestó a concluir la alianza política y militar hispano-británica contra su enemigo común francés.

Como resultado se contrapuso la imagen de la Leyenda a una imagen mítica de nuevo pero contrapuesta: la España Romántica, pasando esta nueva imagen a positiva y ponderativa. Los vicios y defectos de los españoles se volvieron virtudes y perfecciones: la crueldad hispana se convirtió en valentía indómita, el fanatismo en pasión, y la soberbia altanera se hizo orgullo patriótico. Los tipos humanos que encarnaban esta imagen serían ahora los guerrilleros anónimos, los defensores de Zaragoza, los cientos de Quijotes amantes de su libertad e individualidad.

Para ello los poetas románticos británicos como lord Byron, Sir Walter Scott, etc., loarían. Y también los viajeros británicos que durante el siglo XIX se acercaron al país para descubrir su exotismo y hablar de él. De aquí surge la imagen del torero, el bandolero, la gitana, la defensa a ultranza del honor. Todo esto una vez que España había perdido el control y comercio con Hispanoamérica quedando en mano de ingleses principalmente.

Acto final

Hasta aquí lo que les quería contar hoy, sobre la leyenda negra y sobre la época en la que vivió Espartero. Un placer haber podido hoy compartir estas líneas, estos hechos históricos, que espero que les sirvan a ustedes para poder formar su propia opinión sobre la Leyenda Negra y sin pretender que lleguen a pensar que los españoles fuimos ángeles salvadores, sí que España hizo muchas cosas, algunas no tan buenas, pero la mayoría estupendas.

No hay mayor libertad que la educación, que por cierto se “mamá” en casa, la cultura y el conocimiento de la historia. No hay mayor cárcel que la ignorancia que normalmente conduce a la mentira. No hay mayor condena que observar impasible como te dicen lo que eres cubriéndote con un negro manto, ni siquiera cuando te alaban. Nada como conocer el pasado, estar orgulloso del origen y mirar al futuro de frente. Orgulloso de la civilización española que personalmente considero que es de las más importantes después de la griega y la Romana.

Si soy capaz de sacar algunos huecos de mi tiempo, espero que puedan leer más sobre esta época en el libro que estoy escribiendo de “Martín Azañón, en un reino sin rey”.

Gracias de nuevo al Ayuntamiento, a Prado y a todos ustedes por escucharme en estas horas de las cañas y de la comida.

¿Espartero I?

El hijo de un carretero de Granátula, declinó ceñirse la corona real de España. Os dejo el artículo:

La Estafa de los Vencedores

Siempre he considerado que la libertad de expresarse, sin faltar a los demás, es uno de los verdaderos principios que rigen la democracia y nuestra Constitución. En esta ocasión os dejo un artículo que me enviaron desde Bilbao, donde se expresan los sentimientos contrariados por el alcance que tuvieron los Fueros que fueron pactados en el Convenio de Vergara. Siempre es importante conocer todos los puntos de vista.

 

Como es bien sabido, la garantía de mantener los regímenes especiales fue el señuelo decisivo que se utilizó para poner fin a las guerras carlistas en los territorios del Norte donde tan vivo estaba el sentimiento autonómico. Lo cual demuestra, una vez más, que los fueros constituyeron un motor de primera importancia para arrastrar a los voluntarios en favor de la causa representada por don Carlos.

En la primera guerra, las intrigas, que desembocaron en el Convenio de Vergara, fueron dirigidas fundamentalmente a persuadir a los combatientes de que sus respectivos fueros serían respetados si deponían cuanto antes las armas, mientras que los pondrían en peligro si, por el contrario, prolongaban la lucha. La maniobra iba dirigida de manera especial al elemento popular carlista. Al militar de graduación, se la aseguró que grados, condecoraciones y honores le serían respetados, y parece que eso les bastó para allanarse. A nosotros ahora sólo nos interesan las promesas forales hechas al pueblo, y cómo fueron cumplidas por los vencedores. Esto es lo que vamos a estudiar a continuación, tanto en lo que atañe a ña contienda primera como a la del 72-76, porque las dos tuvieron desenlaces paralelos y consecuencias idénticas.

“PAZ Y FUEROS”

Parece ser que las maniobras para lograr el desfonde del campo carlista se iniciaron, en la primera guerra, en el año 1.835, concretamente el 18 de febrero, cuando se presento en Madrid el escribano José Antonio Muñagorri (liberal y centralista antepasado de la familia Caro Baroja) con la propuesta de iniciar una contraofensiva foral, que habría de partir de los propios vascos, y que tendría como objetivo primordial crear un estado de desconfianza entre los combatientes en cuanto a los objetivos por los que luchaban. El proyecto no se materializó, sin embargo, hasta 1.838, cuando se alzó con unos 300 hombres al grito de “PAZ Y FUEROS”. Alzamiento que, como era de esperar no tuvo éxito alguno, pero que sembró una cierta inquietud entre los voluntarios vascos, cansados de la ya excesivamente larga guerra. Sin ninguna duda, el famoso liberal-fuerismo de los Baroja está originado en un intento de justificación vasquista de un antepasado liberal-burgues-mercantilista.

Otro de los personajes más efectivos apareció en escena el mismo año. El más interesante de todos ellos sería el madrileño, de padres guipuzcoanos, Eugenio Aviraneta Ibargoyen. Avinareta fue el más inteligente de cuantos intrigantes existieron en todo el siglo XIX. A él se debe fundamentalmente que el proyecto de conseguir la paz a todo trance tuviese éxito entre los combatientes carlistas. El mismo narra, en una Memoria dirigida al Gobierno español (Madrid, 1.844, 2ª edición), el desarrollo de las actividades encaminadas a conseguir la descomposición en el ejército de don Carlos. So habilidad llegó al extremo de utilizar al mismo Maroto, enfrentándolo con el rey; otras, haciéndole aparecer como su más leal general, y como traidores a los que realmente eran carlistas. Pero dejemos estas intrigas de gabinete y salas de banderas, y veamos cómo preparó al pueblo para sus manejos.

Los vascos que apoyaban a don Carlos, aunque cansados de tanta guerra, no mostraban recelo hacia sus mandos ni inquietud alguna respecto al futuro que aguardaba a su país bajo el régimen carlista. Había, pues, que despertar el sentimiento racial vasco, exacerbando su innato foralismo, para que se produjese un inmediato enfrentamiento con los restantes voluntarios de otros territorios, es decir, con los combatientes conocidos por el genérico de “castellanos”. Para lo cual empieza Aviraneta por culpar con machacona insistencia a los “castellanos” carlistas de todas las calamidades de la guerra y del incierto futuro de los vascos en un panfleto redactado por él a tal fin, bajo el título de Carta que escribe un labrador vascongado a un hojalatero, al que pertenecen estos párrafos:

“En tiempo del rey Fernando VII vivíamos los vascongados en halagüeña paz, éramos felices y nuestra prosperidad se aumentaba de día en día bajo la observancia de nuestras antiguas leyes o fueros que heredamos de nuestros mayores. Todo el mundo podía reconocerlo. Apenas el rey cerró los ojos vinieron inmediatamente unos cuantos castellanos holgazanes (Verástegui y Alzaa parece que eran castellanos así como los miembros de las Juntas Generales de Bizkaia, Araba y Gipuzkoa) a engañar a los honrados y nobles vascongados, sublevándolos contra su hija querida de aquél, bajo el pretexto de defender la religión y los fueros, cuando nadie pensaba en atacarlos en lo más mínimo (véase el Discurso preliminar de las Cortes de Cádiz así como el real decreto de 30 de noviembre de 1.833) (…). Al principio de la guerra, vascongados era el famoso Zumalacarregui, (¿) que esos haraganes e incapaces castellanos hicieron matar; vascongados fueron también otros muchos compañeros de aquel varón ilustre que han muerto en las batallas. Después vino una cáfila de flojos castellanos, que necesitan macho o burro para trasladarse de un punto a otro. Ellos trajeron un hombre, que llaman rey, hermano de Fernando y tío de la reina de Castilla, con ánimo de quitar, a costa de nuestra sangre, la corona a su sobrina, no de conservar nuestros fueros (…). Sois una pesada carga y en Castilla mismo os tienen bastante odio o el mayor aborrecimiento. Esto es cierto y vemos, sin embargo, que los castellanos, llenos de rencor con la ira de tigre, son los dueños de nuestra juventud, de nuestros pueblos y de nuestras haciendas, dominando a todos los vascongados. Tengamos paz, y si esas gentes son tan valientes y fuertes, que se vayan a los anchos campos de Castilla.”

El panfleto, traducido y repartido profusamente también en vasco, produjo un efecto inmediato. Una corta Memoria de los comisionados de la línea de Hernani, que Aviraneta incluye en su obra para dar más carácter de autenticidad a la relación de sus intrigas, los firmantes del documento dicen, refiriéndose a la citada “carta” y a sus consecuencias: “Arreglado a sus órdenes (a las de Aviraneta) se introdujo en el campo enemigo, esparramando los papeles en los pueblos y batallones, que los leyeron con avidez, como cosa no vista hasta entonces en el suelo vascongado. -Desde aquella época data el principio de la creación del gran deseo de la paz en todas las clases de país dominado por el enemigo. Allí empezó esa especie de contagio moral, que por días e instantes fue fermentando y se hizo una necesidad”. De esta “PAZ”, falsamente creada, todo el Estado y toda la nación vascongada seguimos padeciendo sus consecuencias.

Efectivamente, la siembra dio pronto sus frutos: la descomposición se extendió por todo el campo carlista. Los militares, asimismo bien trabajados, sólo aspiraban a mantener sus grados mediante un acuerdo que se los garantizase; Para ello apoyaron en buen número, consciente o inconscientemente, la maniobra, mientras el pueblo ya sólo deseaba la paz con la inexcusable condición de conservar sus libertades forales. La urgencia de consolidar lo que el arduo trabajo de los conspiradores había conseguido inspiró al general Maroto -ya simple instrumento de la maniobra- la publicación, el 25 de agosto de 1.839, de una proclama, en la que fingía la visita de unos emisarios del campo enemigo con varias proposiciones para deponer las armas, entre ellas: “Reconocimiento de los fueros provinciales en toda su extensión” y “reconocimiento de todos los empleos y condecoraciones en el ejercito, dejando al arbitrio el ascenso o premio de alguno que se considerase acreedor a ello”. El documento fue dirigido a todos los militares, a las Diputaciones y, posteriormente, hecho público. La maniobra era perfecta, porque en la proclama se preguntaba a los destinatarios qué postura había de adoptarse ante tan óptimas proposiciones, y el pueblo, deseoso de terminar la guerra, podría exigir después responsabilidades a sus organismos autónomos caso de que estos las rechazasen.

Dos divisiones, la de Guipúzcoa y la de Vizcaya, cayeron en la trampa, y en sus contestaciones dieron libertad a Maroto para concretar el convenio, puntualizando, para más seguridad, la de Vizcaya que en las posibles negociaciones se tuviese como “base principal la conservación de los fueros. Poco después se dio a conocer el proyecto de convenio.

Pero debido a que la cuestión foral no quedaba suficientemente garantizada. Algunos cuerpos de ejercito comprometidos rehusaron adherirse. En la obra Vindicación del general Maroto (Madrid 1.846) se dice concretamente que los batallones guipuzcoanos que cubrían la línea de Andoaín rechazaron el convenio, fundados “en que se faltaba a lo principal que los había estimulado antes a intentar separarse de ella  (de la causa de don Carlos), y era la conservación de los fueros”.

No sólo fueron los guipuzcoanos los que resistieron al pacto en un principio. Otras fuerzas siguieron su ejemplo y por las mismas causas. Ello desesperó al general Espartero quien el día 1 de septiembre de 1.839, al siguiente de firmarse el Convenio de Vergara, lanzo una proclama especialmente dirigida a alaveses y navarros, más remisos que los demás a aceptar el acuerdo -Navarra jamás se adheriría-, en la que amenazaba a estos pueblos con represalias si no deponían inmediatamente las armas: ”Que no me vea en el duro y sensible caso de mover ostilmente el numeroso y disciplinado ejército que habéis visto. Que los cánticos de paz resuenen donde quiera que me dirija.” No obstante aún duraría la resistencia popular. El coronel Wilde, comisionado del Gobierno Británico para conseguir la paz a todo trance, lo reconocía así en un informe dirigido secretamente al Foreign Office desde Vergara el 5 de septiembre del mismo año -recogido, al igual que la anterior proclama, de la obra El campo y la Corte de don Carlos (Madrid 1.840)-, donde decía: “Los vizcaínos, sin embargo, conservan todavía las armas y han manifestado estar dispuestos a conservarlas hasta que se resuelva la cuestión de los fueros.”

Inglaterra tenía importantes inversiones e influencias económicas en el Norte, especialmente en el País Vasco, y más exactamente en Bilbao. -Las Juntas Generales de Bizkaia impedían la comercialización del mineral de hierro vizcaíno y esperaban los británicos del liberalismo su pronta liberalización ya que solo podían comerciar con productos ya elaborados- Durante la primera etapa del conflicto, Inglaterra exigió ya al gobierno de don Carlos la toma de la plaza para concederle préstamos y hasta para otorgarle su reconocimiento, al menos como beligerante. Fracasado el sitio de Bilbao, que costaría la vida a Zumalacarregui, el Gobierno de Londres vio más posibilidades en Madrid, y al triunfo de este bando dirigió sus esfuerzos. A los -mal llamados- liberales les envió Inglaterra toda clase de ayudas, desde armas hasta un cuerpo armado. Sin embargo, la lucha se alargaba y su indeciso desenlace podía resultar peligroso para los intereses británicos en el caso de un triunfo carlista. Ante ello, Londres inició la gran ofensiva diplomática: se estudiaron las aspiraciones o motivaciones populares de los voluntarios carlistas y se establecieron agentes cerca del territorio, especialmente en la frontera francesa.

Ya hemos visto, que Muñagorri se presento en Madrid, en enero de 1.835, para proponer un alzamiento anticarlista al grito de “paz y fueros”. Pues bien, en el mes de junio del mismo año, el periodico inglés Morning Chronicle publicó un artículo sobre el tema, al que pertenece el siguiente párrafo: “Conviene aconsejar al Gobierno de Cristina que proclame públicamente y asegure de un modo positivo a las provincias del Norte que sus fueros y privilegios serán guardados”. Lo cual muestra una curiosa coincidencia de tiempo entre la propuesta inglesa y el inicio de la conspiración; coincidencia que se acentúa si reparamos en que la pequeña fuerza alzada por Muñagorri fue abastecida y armada por el comodoro inglés lord Hay, jefe de la estación naval inglesa de Pasajes, quien además, proporcionó asesores ingleses para instruir debidamente a los comprometidos.

Lo curioso es que, pese a todo ello, Inglaterra no perdió sus contactos con el Gobierno Carlista, por si los acontecimientos no se desarrollaban a favor de Madrid. Y aunque no oficialmente, sino a través de particulares, las negociaciones para proporcionar empréstitos y armas a los carlistas ser mantuvieron hasta casi el final de la guerra.

Ciertas casas inglesas -también hubo bancas francesas- se pusieron en contacto con agentes de don Carlos para concederle un empréstito por un importe de 500 millones de reales. Aviraneta -que nos narra las negociaciones acaecidas en 1.838- se atribuye el éxito de haber conseguido su fracaso. Como vemos, a Londres le importaba especialmente y por encima de todo que, fuese cual fuese el resultado del conflicto, sus intereses en España no saliesen afectados.

Pero de toda la intervención inglesa, lo más interesante para nuestro trabajo es la clara visión del problema que Londres tuvo desde un principio, y que se refleja claramente en los secretos informes intercambiados con sus agentes, así como en las sugerencias que dirigió al Gobierno de Madrid, todo ello recogido en la obra antes citada, “El campo y la Corte de don Carlos”. Dada la extensión y el elevado número de estos documentos, aquí sólo reproduciremos dos de las proposiciones que el Gobierno Británico hizo al de Madrid para que sobre ellas se firmase el acuerdo: “Segunda. El reconocimiento de sus empleos y sueldos a los generales y oficiales de las tropas carlistas, y un olvido completo de todo lo pasado por lo relativo a delitos políticos. -Cuarta. Que se conservarán los fueros e instituciones locales de las provincias vascongadas, en cuanto dichos fueros e instituciones sean compatibles con el sistema de gobierno representativo adoptado en toda España y con la unidad de la monarquía española.”

El documento, mandado a su representante en España por el Foreign Office, tiene fecha 10 de agosto de 1.939. El general Maroto, como se recordará. Hizo públicas unas proposiciones prácticamente iguales el día 25 de agosto, es decir, solo unos días después, los indispensables para que llegase una carta a Madrid, y de Madrid al campo carlista…

La resistencia cedió, por último, en el norte, y la guerra terminó para vascos y navarros. Los voluntarios, aunque no con mucho convencimiento, aceptaron las vagas promesas de respeto de los fueros hechas por Espartero y volvieron a sus casas. En el ánimo de los combatientes había llegado a pesar en forma decisiva el deseo de paz, más aún cuando sus propias familias les instaban a deponer las armas; unas familias que también habían sido hábilmente trabajadas por los conspiradores en la retaguardia haciéndoles ver la ruina en que se encontraban sus tierras a consecuencia de la prolongada contienda, y de todos es conocida la psicología del medio agrario. Don Carlos pasó la frontera el 14 de septiembre de 1.839.

Sólo quedaron luchando Cabrera en el Maestrazgo y el conde de España, en Cataluña. Pero por poco tiempo, porque un año después, en 1.840, los últimos restos de los batallones carlistas pasarían a Francia tras el general tortosino, asediado por un ejército infinitamente superior, resultante de la concentración de todas las fuerzas cristinas antes traídas de en la pacificación del Norte. Se inauguraba con ello una estrategia que en la guerra de Carlos VII se reproduciría, pero al revés: terminación de la lucha en el País Valenciano y Cataluña, y posterior concentración de efectivos en el País Vasco Navarro. Veamos ahora las consecuencias que en cuanto a los fueros vascos tuvo la victoria liberal sobre los carlistas.

Los voluntarios, ya lo hemos apuntado, dejaron las armas con la general esperanza de que, si no iban a acrecentarse sus libertades, se mantendrían, al menos, en su total integridad los fueros, tan escrupulosamente respetados por el gobierno de don Carlos. El propio Espartero les había dado en diversas ocasiones seguridades en tal sentido. Incluso en el mismo Vergara, el duque de la Victoria les había dicho: ”No tengáis cuidado, vascongados; vuestros fueros serán respetados y conservados, y si alguna persona intenta moverse contra ellos, mi espada será la primera que se desenvaine para defenderlos.” La arenga sería solo eso: una arenga de circunstancias para convencer a los últimos remisos. Los hechos posteriores demostrarían cuál era la verdadera intención del Gobierno de Madrid, del que en aquellos momentos era portavoz el propio Espartero.

Ya el artículo primero del Convenio de Vergara hacía muy problemáticas las seguridades dadas para la salvaguardia de la autonomía vasca. Su texto estaba redactado de la siguiente forma: “El capitán general don Baldomero Espartero, recomendará con interés al Gobierno el cumplimiento de su oferta de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los fueros.”

Lo de “recomendar con interés” distaba mucho de la promesa de que su “espada será la primera que se desenvaine” para defender los fueros. Y en cuanto a la segunda parte, la tesis de que las Cortes de Madrid disponían de facultad para la “concesión o modificación de los fueros” representaba una completa violación del régimen autonómico del País Vasco.

Pero no acusemos sólo a Espartero de falta de palabra. Peor fue la actitud de los militares carlistas comprometidos con el pacto, que sacrificaron todo a su propia conveniencia, a la seguridad de su futuro.

¡ Y ahí sí que no se conformaron con promesas! Todo quedó perfectemente regulado y establecido. De los diez artículos del convenio, seis -del segundo al séptimo- estaban dedicados a garantizar, con el máximo detalle posible, el reconocimiento de grados, condecoraciones y empleos de los militares conformes en acomodarse a las exigencias de Madrid. Los tres artículos restantes se refieren a la entrega de material por los carlistas, a los prisioneros, y a la protección de viudas y huérfanos.

Nada más. (Siempre, al carlismo y al país, no le han ido nada bien los pactos y tratados con los militares) Por cierto que, unos meses después, el propio Maroto enviaría varias cartas a la reina gobernadora, a Espartero y al Ministerio de la Guerra para protestar de la falta de cumplimiento de algunas de las cláusulas del convenio, referentes… a viudas, huérfanos o situación especifica de antiguos compañeros. Lo foral seguía sin tener importancia para los mandos “convenidos”. Las cartas pueden verse en Vindicación del general Maroto.

Es decir, que siendo la cuestión foral el obstáculo principal para que el pueblo dejase las armas y la condición sine qua non reconocida por todos para llegar a un acuerdo, había quedado relegada casi a un simple formalismo sin importancia. De ahí la diferencia tan sustancial entre lo que había dicho Espartero y la redacción del artículo primero del Convenio. Los voluntarios desconocían esta redacción, que había quedado entre militares de ambos bandos, y fueron simplemente tranquilizados de palabra para reducir las últimas suspicacias. Pero las palabras desaparecían y lo escrito, que era lo verdaderamente importante, quedaba definitivamente como el auténtico espíritu del Convenio de Vergara”. Así Maroto quedó como el mayor traidor conocido en toda la historia del Estado Pasado el verano, pero aún viva la guerra que mantenía Cabrera, el Gobierno aceptó dar curso a la recomendación de Espartero. Presentando en las Cortes un proyecto de ley, que sería aprobado rápidamente, el 25 de octubre del mismo 1.839, con los votos de todos los diputados presentes -123- y los 73 senadores, y en cuyo texto se establecía:

Art. 1º Se confirman los fueros de las provincias Vascongadas y Navarra sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía.

Art. 2º El Gobierno, tan pronto como la oportunidad lo permita, y oyendo antes a las provincias Vascongadas y a Navarra, propondrá a las Cortes la modificación indispensable que a los mencionados fueros reclama el interés de las mismas, conciliado con general de la nación y de la constitución de la monarquía, resolviendo entretanto provisionalmente y en la forma y sentido expresados, las dudas y dificultades que puedan ofrecerse, dando de ello cuenta a las Cortes.

La ley, como vemos, estaba redactada de forma confusa y contradictoria. Si se confirmaban los fueros, ¿cómo podía mantenerse “la unidad constitucional de la monarquía”? Esto en cuanto al artículo 1º, que en lo tocante al 2º, bien se ve que violaba claramente el derecho de los vascos a legislarse a través de sus propias Juntas Generales sin interferencias de ningún poder.

Las actitudes claudicantes que podemos observar en los actuales gobiernos del PNV tienen su origen en aquellas diputaciones que funcionaron como auténticos gobiernos títeres del más rancio y antivasco liberal-capitalismo bilbainista. Un Real Decreto de 16 de noviembre de 1.839 estableció las condiciones con arreglo a las cuales se confirmaban los fueros. En definitiva, era un desarrollo articulado del espíritu de la anterior Ley de 25 de octubre. Las Diputaciones constituidas al amparo del Real Decreto estaban formadas a imagen y semejanza de los vencedores. De su “independencia” puede ser buena muestra el párrafo que a continuación reproducimos de una carta o mensaje de agradecimiento que la Diputación de Vizcaya, juntamente con el Ayuntamiento de Bilbao, dirigió a la reina gobernadora:

“Obligados por sus fueros a defender a su Señor y a seguirle en la guerra, todos ellos (los vizcainos) se levantaran en masa si es necesario, al llamamiento de vuestra majestad empuñaran de nuevo las armas, no las depondrán hasta haber destruido su último enemigo, y aquellos que engañados siguieron el bando del pretendiente borraran consu sangre, la sangre que malamente vertieron por él.”

Semejante barbaridad puede ser comparada como si, por ejemplo, hoy en día el Gobierno francés ensalzara al Mariscal Petain y manifestara que el Gobierno de Vichi fue el gran bien de la Francia ocupada. Los despropósitos del PNV al ensalzar aquellas diputaciones, ignoran la reacción popular y la siguiente guerra carlista en Euskal Herría. Guerra, por cierto, de voluntarios frente a un ejercito gubernamental.

Las Juntas Generales gozarían, por su parte, de idéntica “independencia”. Reunidas poco después de la publicación de Real Decreto, sus primeros acuerdos se encaminaron igualmente al loor y lisonja de los vencedores. La de Vizcaya, reunida en Guernica el 11 de diciembre, nombró diputado general a Espartero; la de Alava, en Asamblea General de 16 de diciembre, endosó al caudillo vencedor los títulos de “Protector del País Vascongado” y “Padre de la Provincia”, y para no quedarse atrás, la de Guipúzcoa, en sesión del 17, celebrada en Deva, designo al mismo hombre “Hijo Adoptivo de la Provincia “, amén de diputado general. Para que decir que todos estos acuerdos estaban convenientemente aderezados con entusiastas adhesiones a Isabel II y a la reina gobernadora, aprovechando el capítulo de gracias para elogiar a Maroto y a Muñagorri, entre otros artífices de lo de Vergara.

El servilismo -algunos tratadistas lo califican de oportunismo o maniobra para preservar en lo posible el régimen foral ante el desastre que se presumía- (ya hemos visto que el ataque foral viene de las Cortes de Cádiz) llegó a su zenit en el caso de la Diputación de Navarra, también constituida provisionalmente en 1.939 tras la conclusión del convenio. En una exposición dirigida el 24 de octubre por el expresado organismo a la reina gobernadora, y que puede entenderse como un respaldo al Real Decreto inmediatamente posterior, de que hemos hablado, la Diputación afirmaba cosas como éstas: “La Navarra quiere la Constitución del Estado del año 1837: esto es lo que ante todas las cosas quiere. Todo lo que tienda a tergiversar este hecho es falso y, además perjudicado a Navarra. Miles de navarros han derramado su sangre en los campos de batalla por ese ídolo, y miles de navarros están dispuestos a derramarla de nuevo antes que se les arrebate esa prenda de seguridad, esa garantía firme de las libertades públicas y el trono de Isabel II. También quieren los navarros sus fueros, pero no los quieren en su totalidad: no estamos en el siglo de los privilegios ni en tiempo de que la sociedad se rija por leyes del feudalismo. Cuando se han proclamado los principios de un ilustrada y civilizadora legislación. La Navarra no puede rehusarlos.”

Y reiteraba la misma Diputación -que, por cierto, se autocalificaba a sí misma en el documento de “provincial”, cuando hasta entonces el adjetivo era de “foral”- su adhesión al sistema constitucional en los siguientes términos: «Confírmense los fueros de Navarra salva la Constitución del Estado. Quede ilesa y preservada para Navarra la Constitución de la monarquía, y así habrá un lazo de unión y un norte fijo, que conducirá infaliblemente al puerto de salvación y evitará por siempre todo naufragio. Planifíquense los fueros, desde luego, en la Navarra, pero que sea siempre salva la Constitución, sea ésta su primera ley fundamental.”

Aparte del significado que quiera darse al documento, es interesante ver el concepto que los redactores del mismo tenían de los fueros, porque, según ellos, éstos eran “privilegios” y “leyes del feudalismo”, lo cual es bastante paradójico si pensamos que al mismo tiempo estaban pidiendo que se mantuviesen. El fallo residía, a todosluces, en que aquellos redactores eran liberales, por lo cual, y pese a su fuerismo, rendían sus propias libertades comunitarias a la abstracción constitucional que estimaban más acorde con el “siglo”. Su foralismo, si realmente existía, era subsidiario, sin fe alguna en las posibilidades de la evolución y reforma que un régimen de representación democrática, como el vasco o el navarro, podía ofrecer a través del cauce legislativo de unas Cortes regionales plenamente restauradas.

Porque era cierto que los fueros necesitaban de una actualización que les hiciese salir de su anquilosamiento multisecular y, en buena parte, clasista; pero nunca por ello podía someterse el sistema autonómico de un país a unas leyes generales, extrañas, en definitiva, y de las que, por supuesto, no saldría jamás la necesaria reforma legislativa foral.Y ya que hemos hablado de la posición contemporizadora -llamémosla así- de las nuevas Diputaciones establecidas por los vencedores, comparemos su actitud, nada preocupante para el Gobierno de Madrid, con la de los organismos homónimos en el territorio carlista, tanto en la primera como en la de Carlos VII. Estas últimas, lo hemos visto, no admitían la más mínima violación de sus propias autonomías. Ni una leve injerencia en sus gobiernos respectivos por parte de cualquier autoridad civil o militar carlista, aunque fuese la del rey. La diferencia estriba, pensamos, en que las Diputaciones carlistas estaban en manos de verdaderos convencidos de la tarea que desempeñaban, de auténticos fueristas que, ponían a su comunidad por encima de ideas y de hombres, y también en que eran representativos de quienes les habían elegido y de los que luchaban con las armas por lo mismo que ellos defendían en la administración. Su autoridad era indiscutible, lo cual, unido a que los gobiernos carlistas -por convencimiento o conveniencia- facilitaron esas realidades de independiente autogestión, hace que hoy contemplemos a las Diputaciones carlistas como la última ocasión de plenitud autonómica de nuestra historia contemporánea.

Dos años después, Espartero, ya dueño absoluto del poder tras haber sido designado Regente del Reino como consecuencia de la marcha de María Cristina en 1.840, promulgó un nuevo Real Decreto que aclararía definitivamente cualquier duda que aun existiese en torno al sentido antiforal de la política seguida por los vencedores. El Decreto, de fecha 29 de octubre de 1.841, se dictó con la excusa de “reorganizar la administración de las provincias Vascongadas” y para preservar “el principio de unidad constitucional sancionado en la Ley de 25 de octubre de 1.839”, como se decía en el encabezamiento del nuevo texto legal. Su fin era asestar el golpe de gracia a la menguada supervivencia autonómica vasca. El artículo 9º, concretamente, abolía la fundamentalísima institución del “pase foral”, arma legal de los vascos para defenderse de las arbitrariedades, intromisiones o injerencias legales del poder central. Dicho artículo estipulaba: “Las leyes, las disposiciones del Gobierno y las providencias de los tribunales se ejecutarán en las provincias Vascongadas sin ninguna restricción, así como se verifica en las demás provincias del reino,” El “pase foral” ya no se restablecería hasta que en la guerrade Carlos VII se restauraron en toda su integridad los regímenes autonómicos vascos.

En virtud de los demás artículos del Decreto, los vascos perdían asimismo el régimen especial de sus Ayuntamientos. Veían sustituidos los corregidores por jefes políticos nombrados por el Gobierno -los que posteriormente se denominaron gobernadores-.

Quedaron suprimidas las Juntas Generales -poder legislativo vasco- y las Diputaciones Generales -poder ejecutivo-, siendo reemplazadas por las Diputaciones Provinciales. Se impuso un sistema judicial igual al resto de la monarquía y, en general, toda la vida del país, en cualquiera de sus aspectos, quedó indefensa y a disposición del poder central. La resistencia a tales disposiciones fue mínima en el País Vasco. Alguna protesta de Alcalde, como la del de Azpeitia, que junto con todo su Ayuntamiento se negó a acatar a un jefe político impuesto -por lo que fue detenido-, y alguna fuerte discusión en la Cámara de Diputados o en el Senado originada por los representantes vascos. Nada más. El pueblo estaba cansado de guerra, la resistencia de Cabrera había cesado un año antes -no había, pues, peligro de una reactivación-, el territorio vasco seguía militarmente ocupado, y la articulación del sentimiento foral, al margen del carlismo, no se podría iniciar hasta 1.850.

Estaba prohibido hasta gritar “¡Vivan los fueros!”